Entrevista a Cristina Gálvez Martos por Milagro Meleán

De la traducción de poesía como el encuentro entre dos universos

 Entrevista a Cristina Gálvez Martos por Milagro Meleán

Por Milagro Meleán

Ilustración o Fotografías estilo SubencabezadoH4

¿Qué te indujo a traducir?

Empecé a leer poesía en inglés. Y me cautivaba el hecho de encontrar una experiencia muy diferente a la de leer poesía en español. El sonido, el ritmo, toda una comprensión del mundo que es distinta cuando lo nombramos de otra manera. Quedé enganchada con algunas poetas estadounidenses que son desde hace años importantes referentes para mí en cuanto a poesía. 
Lo fascinante de la poesía es encontrarnos con otras posibilidades del lenguaje y de nuestra relación con él, y eso me sucedía al leer a estas poetas, pero otra cosa que me asombró es que, al buscar traducciones de algunos poemas al español, me encontraba con que conservaban parte de eso distinto que había en los poemas en inglés. Al traducirlos, no se perdía esa esencia, quedaba impregnada esa visión del mundo del idioma original, y esto, increíblemente, abría nuevos matices en el uso de la palabra en el idioma destino (en este caso el español). Entonces, comencé a traducir algunos textos de esas poetas que me encantaban, y me encantan, entre ellas Adrienne Rich, Lucille Clifton o Mary Oliver. Creo que tomé mucho de estas poetas y de esas experiencias de traducción, y que esto se refleja, de alguna manera, en lo que escribo. 
Valga aclarar que no soy una traductora de poesía súper experta en la materia. La traducción es un oficio y una disciplina; en mi caso, es algo que disfruto hacer, y que desearía seguir haciendo por mis medios. Creo que traducir requiere afinar mucho la sensibilidad en muchos niveles. Es un ejercicio que nos hace mucho más conscientes respecto al lenguaje. 

¿Por qué un poema o poeta específico te invita a traducirlo?

Una delicadeza en el ritmo, una imagen insólita, que me conmueva de una manera que no esperaba… creo que puede haber muchas razones. Normalmente es porque la voz del autor o la autora (por lo general han sido autoras) tiene algo que me invita, algo que me hace detenerme más que de costumbre en la musicalidad, en la elección de las palabras, en la experiencia que generan. 

¿Qué tan fiel es la traducción de un poema?

Umberto Eco habla, refiriéndose a la traducción literaria en general, de una «negociación de la fidelidad». Al negociar, se pierde algo para ganar algo. Muchas veces es necesario dejar de ser «fieles» en un sentido para poder serlo en otro. Por ejemplo, a veces no podemos ser del todo literales para poder conservar lo que consideramos el significado último del texto; a veces la elección de una palabra no es el equivalente más exacto en la lengua destino, pero tiene una sonoridad, o un registro, o permite asociaciones de sentido que consideramos más adecuadas. Entonces creo que esa negociación es permanente, debemos hacer elecciones sobre la manera en que deseamos ser fieles, pero para eso hay siempre que «traicionar» de alguna otra manera. Sin embargo, todo esto que digo son principalmente intuiciones, y cosas que he tomado de una que otra lectura, habrá mucha teoría y muy bien sustentada al respecto, de la cual no puedo dar cuenta. 

¿El poema se traduce o se interpreta?

No se puede traducir sin interpretar: el sentido del lenguaje no es puramente gramatical, el sentido se da en múltiples niveles, y es lo que hace que el acto de traducir sea tan personal. Pero también es cierto que, para ser «fieles», deberíamos manejar con cuidado ese acto (que es inevitablemente personal) de interpretar el texto, o al menos intentar trascender la propia subjetividad. Por supuesto que el traductor, como lector, se sumerge en la subjetividad. Pero parte de la tarea es tomar el texto como una fuente de significación en sí mismo, con todo su potencial sentido, y la única forma de hacer eso es adherirnos de la mejor manera posible al qué se dice y cómo se dice. La dificultad está en que cada lenguaje tiene sus propios matices de significación: una vez traducido, no se trata ya del mismo texto. 
Yo lo veo como una tarea delicada y con muchas aristas, que requiere de numerosas decisiones y que implica distancia, observación y autoobservación. El vínculo con ese texto parte, entonces, desde un lugar distinto al que tomamos como lectores, y que implica un respeto mucho más profundo.    

Borges dice: «…cada idioma es un modo de sentir el universo o de percibir el universo», ¿al traducir poesía qué tanto de tu universo abraza el del poema en su lengua madre?

Inevitablemente, se da el encuentro entre dos universos. Esa percepción del mundo de la cual nació el poema se mantiene, si uno logra hacer bien su tarea; pero también adquiere una nueva dimensión, lo abordamos desde nuestros propios referentes lingüísticos y culturales. Es imposible suprimir al traductor. Siempre se da, de una forma u otra, cierta transferencia de la lengua materna a esa otra lengua del texto. Si realizamos una traducción directa (de otro idioma a la lengua materna), es imposible no concebir ese texto, en mayor o menor medida, bajo la luz de lo que ha moldeado nuestra identidad y nuestra concepción del mundo, que no es otra que la del lenguaje: más aún, la del lenguaje con el que aprendimos, en primera instancia, a dar nombre a las cosas. 



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