Por Milagro Meleán
Introducción a AnimaliA
Desde aquí los árboles son menos espesos, intuyo por el ruido que me acerco a los de cuerpos alargados sin plumas. Intento buscar un sitio exacto donde la corriente del aire de la lluvia no me lleve a otro lado mientras paso entre aquellas nubes que se atravesaron. Me limpio lo motriz de mis extremidades y creo haber encontrado un lugar seguro, aunque desconfío de estos trozos de madera dispuestos con una forma no parecida a la naturaleza. Recuerdo los cuentos de terror que se dicen en los nidos, pero seguro son cuentos de camino. Los mismos que nos impiden -de pichones- saltar más allá del rocío primero en lo más alto de la casa. Parece que esta posada se ha cerrado y resplandezco a pesar del amarillo con mis gritos. No sé cómo salir de aquí. Vienen aquellos que no tienen alas, llevan plumas de extraña textura, caminan hacia mí. Cantan como si no conocieran el canto, no tienen pico, los ojos muy juntos son alargados en sus cabezas aplanadas y estiradas como un huevo. Con una fuerza descomunal levantan la caja donde me encuentro. Extienden una fruta al interior de esta caja. Huele a lo que desaparece y perece. ¿Cómo creen que puedo comer? He dejado aquel árbol, los amigos, el vuelo que tenía trazado. Quiero morir. Una vez escuché que el alimento es el sustento del cuerpo, además, esta fruta la trajeron con sus patas horrorosas con cinco dedos sin uñas, de seguro han marchitado el alma de ese mango.
Wilfredo Machado, (1956) ha ideado un libro que se asemeja a una bitácora donde se reúnen aquellos que habitan en conjunto con el hombre. AnimaliA y otros seres monstruosos, (2023) trae las voces de escritores y exploradores que se han topado con nuevas especies en ese amplio descubrimiento primero.
Son acercamientos a animales y seres extraños que han reposado en las páginas de Ray Bradbury, Italo Calvino, Claudio Eliano, Gonzalez Fernández de Oviedo, Raúl Brasca, Octavio Paz, Augusto Monterroso, Horacio Quiroga (...) quienes comprendieron la fascinación tan imantada que los humanos han expresado por lo mítico y misterioso, y que desde luego, hacen presencia en el álbum que Wilfredo Machado ha generado desde la recopilación y el trabajo que ejerce la memoria en aquello que resulta trascendente.
Animalia es un bestiario que registra viajes y que en forma de fábula gesticula parajes increíbles, pero verídicos en su mayoría. ¿Dónde termina lo escrito por aquellas voces y dónde comienza lo que ha introducido Wilfredo Machado?
«Los turpiales tienen una característica única que los diferencia de otras aves de la familia ictéricos endémica. Al ser atrapados y enjaulados y verse desprovistos de libertad, dejan de alimentarse para morir. Puede tratarse de un método de defensa ante el cautiverio, algunos aseguran que es un acto caprichoso dado su color amarillo» (Macrino, 1933)
Durante todo el recorrido de «AnimaliA y otros seres monstruosos» encontramos episodios donde los humanos han sido testigos de las apariciones extraordinarias de la naturaleza. Con base a esto, Machado nos explica en el prólogo la intención del libro al recordarnos esa estrechez entre el hombre y los animales, que además, se sitúa o convoca desde una convivencia que ha tomado lugar en la literatura:
«Casi todo proviene de esa región ignota, de ese reino remoto que nos habla sin palabras, y que corre, salta, repta, nada, se sumerge y vuela a nuestro alrededor ¿Acaso no somos nosotros mismos?» y más adelante: «Desde las antiguas fábulas de Esopo y el Panchatantra, hasta los animales irreverentes de Arreola, Monterroso, Quiroga, Orwell, Homero, Claudio Eliano y tantos otros. Aquí yace el sueño de los que soñaron que la Tierra debería ser un espacio para que la vida floreciera».
La forma en que vemos a las especies de AnimaliA es desde la perspectiva del hombre; su asombro y sus palabras en un intento de gesticular lo que ha visto o imaginado. ¿Podemos intuir aquello que los animales ven cuando se encuentran con un soldado, un marinero, un rey? ¿Podemos saber qué piensan o sienten cuando adquieren una perspectiva de sí mismos?
En el cuento La casa de Asterión de Jorge Luis Borges, (1899-1986) se nos revelan los pensamientos del minotauro que ha comprendido su soledad y que al mismo tiempo le teme a su propia condición. Se esconde, intenta imaginar que tiene compañía, cabe en él la ternura y carece de rencor. Sabe que está aislado, pero de vez en cuando ha pisado la calle. Se aísla por los rostros de pavor que recibe a cambio: «si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta» (Borges, 1949). En lugar de atribuirse a sí mismo los dotes de la ferocidad, asegura que:
«Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?»
Vemos a un minotauro desde un acercamiento centrado en sus pensamientos e ideas sobre las otras especies, en este caso; los humanos. En contraposición, ¿qué ven los hombres cuando se topan con una figura tan imponente al mismo tiempo que espeluznante? Wilfredo Machado nos lleva a esa otra perspectiva:
«Yo fui una de las siete doncellas ofrecidas al Minotauro en la ciudad de Creta (...) Ninguna había visto su rostro, pero lo imaginábamos cruel. (...) En ocasiones alcanzaba a ver su imponente sombra sobre los muros enmohecidos con la sangre de las sacrificadas» Sin embargo, hay un punto de encuentro: la soledad del monstruo: «Sé que tiene miedo, y hace bien en tenerlo. A veces se acerca con la timidez de un animal herido, recuesta su cabeza en mi regazo, mientras acaricio su testuz. Sabe que no puede poseerme, pues me mataría su inmenso miembro, y me prefiere viva porque así es el deseo, y porque la soledad en el laberinto es más dura de lo que parece» (Machado, 2023)
La literatura nos abre las puertas de lo oculto, nos dice que el misterio es placentero y que las imaginaciones tienen una casa, un jardín, una sala de estar. Es el camino más inmediato para la preservación del asombro. «AnimaliA y otros seres monstruosos» se despliega para llevarnos de la mano por distintas épocas, voces y maneras de concebir al mundo; este breve espacio que compartimos con otros seres, otros entes.
1. Machado, Wilfredo, (2023) Animalia y otros seres monstruosos, pp. 9-10.
2. Borges, Jorge Luis, (1949) El Aleph, pp. 27.
AnimaliA
Por Wilfredo Machado
FÁBULA DEL LOBO Y EL CORDERO
LA SOMBRA DE LOS FLECHADORES
EL AMOR IDEAL
ESA HORMIGA
EL FANTASMA
BESTIAS
Wilfredo Machado
Zulia, 1994. Licenciada en Letras Hispánicas (LUZ). En la Revista La Náusea (España) hay una selección de su poesía en la antología llamada "Doce poetas femeninas del siglo XXI". En la revista Poesía (Universidad de Carabobo) se ha publicado parte de su obra. También en la revista Awen (III número), en el IV número de la revista Telúrica (Colombia) hay una selección de poemas inéditos y seis poemas aparecen en Buenos Aires Poetry. Ha sido finalista en el concurso Rafael Cadenas y Hugo Fernández Oviol. Por medio de Fundarte ha publicado una selección de sus poemas con el nombre Luminancia. Ha publicado los libros Método formal, Del otro lado del ojo, Resonancias Triviales y Todas las cinco son siempre la albahaca.
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