Por Camilo Morón M adriguera es una trinchera. La edición de 1970 del Diccionario de la Lengua Española  de  la Real Academia...

Madriguera es una Trinchera


Por Camilo Morón

Madriguera es una trinchera. La edición de 1970 del Diccionario de la Lengua Española  de  la Real Academia Española, trae la siguiente etimología: Del lat. matricaria, t. f. de -rĭus; de mater, madre.  La edición Web en 2018, abunda: Del lat. vulg. matricaria, y este der. del lat. matrix, -īcis “hembra reproductora”, “hembra de cría, nodriza”. La edición de 1970 define la voz: f. Cuevecilla en que habitan ciertos animales, especialmente los conejos. ║ 2. fig. Lugar retirado y escondido donde se oculta la gente de mal vivir. La edición Web, varia levemente la primera acepción, suprimiendo el diminutivo y reiterando los animaluchos: 1. f. Cueva en que habitan ciertos animales, especialmente los conejos. Y transcribe, palabra por palabra, la segunda acepción, de manera enfática: 2. f. Lugar retirado y escondido donde se oculta la gente de mal vivir.
Ahora bien, ¿cómo se define a sí mismo el Diccionario? Según el solemne  DRAE, en su primera acepción, es un “Libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada.” El carismático Diccionario Ilustrado Sopena de la Lengua Española (250.000 acepciones, 5.000 ilustraciones y 32 láminas), se define a sí mismo, de manera más primorosa, como un “Libro en que por orden alfabético se contienen y definen o explican todas las dicciones de una ciencia o materia determinada.” Eso de “todas las dicciones” es un desiderátum  jamás cumplido, limitado por la competencia –o incompetencia– del equipo de diccionaristas –a los que el Sopena también llama lexicógrafos–, la extensión del referido libro, los lapsus –de tiempo y  de memoria–, los presupuestos y, finalmente, las simpatías o antipatías de los lexicógrafos.



En un cuento extraordinario –en el sentido literal y figurado– Gérard Klein define la palabra, esencia del diccionario, como “la sal del aire, el perfume de la boca que se aspira por la oreja” y en ese cuento, al que titula De la Literatura, crea un “poeta del diccionario”. Este “poeta del diccionario” fue en sus definiciones “a veces poético, violento, irónico, impetuoso, elocuente, sobrio, enigmático, hasta francamente oscuro.” Pero siempre fiel a las reglas del género y a su inalterable modelo: “Así señaló el orden inmutable de la definición: la palabra, la etimología, un texto corto, un ejemplo, después una rúbrica variable a manera de moral: (Tecnol.) o todavía (Antig.).”


Este circunloquio cándido y libresco viene al caso porque poco es lo que me identifico con los lagomorfos (no me ocuparé de los rasgos anatómicos ni etiológicos de conejos, liebres y picas, ni aun del mediático Pikachú); pero sí comulgo con la “gente de mal vivir” que se refugia en lugares “retirados y escondidos” como cines, bibliotecas y taguaras.  Y con muchas de estas “malas compañías”—para decirlo en las palabras del poeta Joan Manuel Serrat— comparto cártel literario en las páginas virtuales en esa trinchera de letras luminosas que es Madriguera.


Camilo Morón

Historiador venezolano. Licenciado en Historia, en Letras y en Educación. Magister Scientiae en Etnología y en Museología. Es egresado de la Universidad de los Andes (ULA). Es profesor de la cátedra de Patrimonio de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM) e investigador del Centro de Investigaciones Antropológicas, Paleontológicas y Arqueológicas (CIAAP). En 2010 obtuvo el Premio de Ensayo “Centenario de Miguel Hernández”, convocado por la Universidad Nacional Experimental de Yaracuy (Uney) y la Embajada de España en Venezuela, con el trabajo Miguel Hernández, poeta y mártir: presencia luminosa.

Fotografía: Bar Garúa