Cuento de Simón Sandréas sobre las filas, entre la necesidad y la costumbre.

Las filas


Cuento de Simón Sandréas sobre las filas, entre la necesidad y la costumbre.

Por Simón Sandrea

En nombre del orden, la inclusión y el progreso, se decidió separar la antigua fila única en dos, en la nueva estarían los ancianos cansados para que fuesen atendidos con prioridad. Pero, para bien o para mal, protestaron las embarazadas y los inválidos con razones suficientes para ser incluidos en la nueva fila. Una vez abierta esa brecha, los abogados no pudieron evitar la admisión de los tuertos y las personas con tos. Poco a poco fueron migrando los enanos, los obesos, los negros, los acalorados y las personas con dolor de cabeza. No quedó más remedio que incluir la mera falta de interés por hacer la fila como motivo de indisposición. Así se hizo la fila de las prioridades infinitamente más larga que la fila común. Pero, después de un examen exhaustivo a los presuntos “comunes”, y poniendo en evidencia sus particularidades, fueron todos transferidos a la nueva fila.
Al descubrir con asombro que las filas habían vuelto a ser solo una, sin distinción ni orden aparente, se decidió en nombre de la estética simétrica, la aritmética y la geometría, asignar las posiciones por orden de tamaño. Inmediatamente desaparecieron los artistas en zancos, las damas abandonaron sus tacones, al cabo de un tiempo se propagó la costumbre de andar descalzo, pues hasta el más delgado calcetín significaba una desventaja frente al pie desnudo.
No tardaron los impacientes en flexionar un poco las rodillas y encorvar la espalda. Posturas cada vez más extrañas fueron adoptándose cuando la lenta marcha del lumbago fingido llegó a la inmovilidad. El embotellamiento final se produjo cuando las personas sin piernas tomaron los primeros lugares y su incapacidad para avanzar petrificó los pasos.
Era necesaria una revolución de criterio que remplazara tanta razón caprichosa por algo de sensatez, y en aras de restaurar el sentido común se instauró la fila por orden de llegada. Fue este acuerdo, aparentemente inofensivo, la más fatal de las ideas. Al principio no se notaba mayor caos, pero lentamente las personas en búsqueda de los primeros lugares hacían fila antes que cualquier otra cosa. Y así, el primer pensamiento al despertar era el de acudir a la fila con la mayor rapidez posible. Al cabo de unas generaciones. El espíritu de anticipación era tal, que apenas un niño entendía de razones era convencido de alistarse en la fila, pues otros niños más entendidos ocuparían los primeros puestos. Los bebés empezaron a decir “fila” en vez de mamá o papá y un filósofo en un acto de clarividencia enunció: “Hago filas, luego existo”
La verdad es que ahora hacemos filas antes de nacer, no hacemos la fila, ella nos hace, la fila nos antecede. Ya nadie recuerda el motivo de la fila, hay quienes especulan que la condición humana es una fila personal e individual cuyo horizonte no es otro que la muerte, otros argumentan que las filas solo pueden darse en comunidad. Solo nos queda estar alertas, la fila invisible nos circunda, en cualquier momento podemos estar haciendo una fila sin saber para qué, ni con qué criterio.


Simón Sandrea
(Merida) Narrador, Musico y Artista.

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