Paraguaná en Crónicas Por Israel Antonio Colina

Historia de un recluta


Paraguaná en Crónicas

Por Israel Antonio Colina

24 de enero 1967, el recluta Rafael Carpintero, había llegado a la Base Libertador de Palo Negro, en el estado Aragua, en un avión C-130, junto a un grupo de jóvenes que procedían del estado Falcón, cuando llegaron por tierra definitivamente a la Base Aérea Aragua, ya inhabilitada para la época, específicamente a la Escuela Técnica de las Fuerzas Aéreas, se dan cuenta que los conscriptos que procedían de los Estados andinos y Caracas, ya estaban en el patio de honor, eran 120 jóvenes en total. La tarde se presentaba fresca y en el cielo maracayero se observaba que pronto caería sobre esa calurosa ciudad un fuerte aguacero. Se les dio una pequeña charla de bienvenida, donde se les explicó las normas internas que regían en esa instalación castrense y que eran de estricto cumplimiento por cada uno de los recién llegados.
Después del baño, fueron al comedor para su primera cena. Llegó la noche, los jóvenes empezaban a conocerse, hablaban de sus vivencias, estudios, novias y madres que dejaron llorando en los aeropuertos, muchos también lloraban por sus seres queridos a quienes no sabían cuándo volverían a ver. A las 9 de la noche llamaron a formación, pasaron lista y parte, todos estaban completos. Se dio la orden para que todo el personal se retirara a la cuadra (dormitorio), con la notificación de que una vez que sonara el toque de silencio, no se debería escuchar ninguna conversación en la cuadra. Así fue, y en el recinto se percibió un silencio sepulcral.
Al amanecer, 5:00a.m. ese ejército de jóvenes escuchó por primera vez el sonar de la Diana Carabobo, interpretado por La Banda Seca de la referida Escuela, integrada por los aspirantes a Sub oficiales. En la cuadra se escuchó una voz fuerte que gritaba, ¡oído!, todos a las duchas, en columna de a uno. Con ese llamado, en esos términos, con una arenga donde el Distinguido Palma con sus ojos verdes que parecía un tuqueque bravo, vociferaba a todo pulmón: aquí no hay mimados, los niñitos de mamá y papá que en su casa se levantaban a las 10 ó a las 12 del mediodía, este es el horario para levantarse de ahora en adelante durante los 2 años que van a estar aquí y para acostarse es a las 9 p.m. si es que no tiene guardia nocturna o se han ganado un plantón durante el día, y se paseaba por el centro del pasillo y repetía una y otra vez su arenga, como todo un dictador.
Con esta andanada de advertencias dichas por este valenciano amargado, acompañado de los Distinguidos Meza, Parada, Chirinos y otros tan malos como él. Rafael Carpintero y los demás reclutas solo escuchaban debajo de las duchas lo dicho por este aprendiz de dictador, se miraban las caras, como diciendo: esto no es con nosotros porque allá en Táchira, Mérida, Trujillo y Falcón, si de algo sabemos bastante, es que muchas de las labores que hacemos a diario empiezan desde la madrugada, como era el de buscar agua en baldes o latas colgando de los extremos de un palo (gancho) cruzado arriba de nuestros hombros o hacer labores de ordeño o agricultura. Pero unos caraqueñitos que también estaban en el contingente, si arrugaron la cara y casi lloraban, se sentían aludidos por lo dicho por el petulante Distinguido.
Así fueron pasando los días y las semanas y fue apareciendo la programación a cumplir, como charlas, trotes, limpieza de la cuadra, baños, patios, asignación de uniformes y armamento, esto último fue a los tres meses después de la juramentación. Una mañana después de tomar café, salieron a trotar por las pistas de la antigua Base Aérea Aragua, acompañados de los ya nombrados Distinguidos y comandados por el Capitán Cardozo, que tenía una camioneta Chevrolet, tipo ranchera, éste cuando empezaron a trotar le dijo al personal de reclutas que el que se sintiera cansado se podía subir a la camioneta. Al joven conscripto Rafael Carpintero le pareció bastante sospechoso que el Capitán tuviera ese acto de bondad con los recién llegados, él siguió trotando, hubo momentos que su cuerpo no daba más, se sentía agotado y logró junto con la mayoría regresar a la Escuela sin rendirse, solo cinco se montaron extenuados a la camioneta.
Ya en formación en el patio de honor, el Capitán Cardozo, mandó a dar un paso al frente a los que se sintieran cansados, no menos de diez “nuevos” cometieron el error de hacerlo, Rafael Carpintero se mantuvo a discreción igual que la mayoría. Exactamente sucedió lo que el joven Rafael se imaginó, para él eso era una trampa, acto seguido el Capitán le dio la orden a los Distinguidos para que se encargaran de los cinco que subieron a la camioneta durante el trote y los diez que salieron de la formación por cansancio para que les metiera una hora de educación física, de la más terrible. Lo último que hicieron fue darle veinte vueltas al patio que era bastante grande. Uno de los reclutas de apellido Chirinos, después de ese castigo, se le acercó a Rafael Carpintero y le dijo: Carpintero, yo creo que si esto continúa así de aquí saldré será para el Hipódromo La Rinconada. 
Rafael Carpintero nunca pagó un plantón, no porque no cometiera alguna falta durante el día, que ameritara de ese castigo, que consistía en parar al infractor en la madrugada, hacer que se bañara y sacarlo al patio solo con un pañito para que le diera frío. Sucedía que en la litera donde dormía, en la parte alta dormía un gocho y resulta que el Distinguido Palma siempre lo confundió con éste y en su libreta lo que anotaba era el nombre del gocho, y por eso Rafael Carpintero en las madrugadas cuando estaban llamando al gocho para el plantón con baño incluido, lo oía decir que él no había pecado, y era cierto. Con todo y su lloriqueo de todas formas el elegido era él y el baño y plantón iban. 
Así pasó Rafael Carpintero sus dos años de servicio militar, salvándose de los castigos individuales, de los que no se pudo salvar nunca era de los colectivos, cuando estaban en formación las cuatro secciones, a, b, c y d, era muy difícil lograrlo. Por ejemplo, cuando mandaban a pararse firme, había un gocho de apellido Moncada, que le decían mono blanco, este recluta no escuchaba la voz de mando, todos se ponían firmes menos él, el Capitán se dirigía a él, y le decía: nuevo dije firme, él a discreción veía para todos lados como si la cosa no era con él, por segunda vez el Capitán se dirigía a él, y ahí caía en cuenta que 119 hombres estaban firmes menos él y todavía tenía las santas b… y preguntaba: ¿ahh, es conmigo? El Capitán, ya molesto por su torpeza, mandaba a todo el personal a tenderse en el suelo y de ahí en adelante casi siempre era una hora de saltos de paracaídas, saltos de rana, saltos de tiburón, paso de la gallina, flexiones de pecho, vuelta de tabaco, etc.
Una tarde a golpe de seis, después de un torrencial aguacero caído en la ciudad, el Distinguido Parada, otro demonio más, por puro placer llamó al ya soldado Rafael Carpintero y lo conminó a que le cumpliera una orden, que consistía en que le buscara tres cucarachas blancas en la antigua pista de aterrizaje. El joven soldado se le cuadró, saludó y quedó en cumplir la orden dada. Dio media vuelta y se retiró. Pero para ir a la pista debía pedirle permiso al capitán Cardozo. Por lo que tocó la puerta de la oficina de éste, lo saludó militarmente y le pidió permiso para ir a esa hora a la pista. Éste le preguntó cuál era el motivo, y le respondió que estaba cumpliendo una orden del Distinguido Parada. ¿Cuál orden? preguntó el Capitán. Él contestó: a buscarle tres cucarachas blancas. ¡Tres cucarachas blancas!, ripostó el Capitán -en tono muy molesto. Acto seguido le dijo: Dígale al Cabo Parada que se presente en mi oficina. Rafael salió raudo de la oficina en busca del Distinguido, su corazón no cabía en su pecho de lo asustado que iba.
Una vez en el patio frente a éste, se le paró firme y le dijo lo expresado por el Capitán. Solo alcanzó a decir ¡maldito nuevo me fuiste a poner la piedra con el Capitán! Rafael todo tembloroso le decía, solo le fui a pedir permiso para ir a la pista. Ya frente al Capitán, ambos se cuadraron y saludaron… ¿Ud. Mandó al alumno a buscar tres cucarachas blancas, cierto? -Sí mi Capitán, -contestó Parada-. Se le quedó mirando fijamente a los ojos con cara de arr…, seguidamente le manifestó: está bien Distinguido, el alumno le va a conseguir las tres cucarachas blancas, pero usted va a buscar seis para mí. Saludó al Capitán y se retiró velozmente. No ha regresado… todavía las está buscando.



Israel Antonio Colina
(Punto Fijo, Estado Falcón. 7 de Noviembre del 1947) Fue fundador del conjunto de música criolla “Estrellas de Occidente” y del Grupo “Juventud cultural y artística de Caja de Agua”, en Punto Fijo. Durante su servicio militar formó parte junto al músico y cantante Frank Davalillo de un conjunto de música criolla. Siempre entregado a la vida cultural, en cada uno de sus pasos se ha vinculado a diversas organizaciones culturales. Hoy nos da la grata oportunidad de conocer memorias de la Península de Paraguaná a través de Golpe’ e Tapara.