Ángela Scavo, Arnaldo Morales y José Miguel Guevara “Barrabás” una triada guiada por presupuestos de una plástica fundada en la modernidad y su coletazo postmoderno.
Los asuntos a tratar aquí, son asuntos muy humanos. No es que me proponga abrir cátedra sobre pintura, deslindar, o abrir una nueva página histórica en cuanto a las propuestas novedosas en el campo de la expresión plástica en nuestro país.
En realidad quiero hacer un aparte, una holgura en el camino trillado por el trasiego de los artistas de la plástica en nuestros salones, galerías y otros espacios alternativos, para tomar aliento y apreciar el material plástico mostrado por tres visiones distintas del trabajo plástico actual.
Me encantaría aprovechar este paréntesis para dar cuenta de tres jóvenes valores de este exigente y mal agradecido oficio, en medio de una sociedad que se destruye a sí misma, desde sus mezquindades políticas y su posiciones ideológicas, en cuyo entorno y desencanto, transita la omnipresencia del Estado y sus fallidas y manidas políticas culturales, por lo menos en cuanto a la plástica, es territorio presto al olvido y a su marginación.
Pocos son los que logran “brillar” en este entorno político, y son ellos: Ángela Scavo, Arnaldo Morales y José Miguel Guevara “Barrabás”, esta triada guiada por presupuestos de una plástica fundada en la modernidad y su coletazo postmoderno nos induce, nos instigan e invitan a generar siempre una opinión sospechosa sobre esta manifestación artística del ser humano.
Sobre todo, por aquello que implica lo moderno y la duda que nos abarca todo aquel vacío del significante que habita en la periferia.
No es que asuma la máscara e investidura del crítico, pero en la siguiente expresión de Friedrich Schleguel, nos abre la puerta a un vacío, una caída sin fin, hacia la noción la heurística e interpretación del arte de nuestros oscuros días. A saber: “Une los extremos y así tendrás el verdadero medio”.
Implacable manera de auscultar la expresión del arte actual. La pintura de estos tiempos, transita del grito al solipsismo, así como hace paradas en la abulia aberrante o en la complaciente y sedentaria decoración. Muchas propuestas de gran lucidez luego son parvas en medio de la noche, así con igual tino, naufragan sublimes osadías. Empero al hacer este viaje por las artes contemporáneas, hacemos paradas y en las mismas siempre habrá quien quiera expresar su contingencia o su idea plástica rebelada ante el mundo.
Es precisamente en estos territorios donde entraran a jugar parte indiscutible nuestros jóvenes pintores, que emergen de esta faena trazada por las grandes firmas y luego ante el vacío, surge la materia irradiada por la juventud.
De estos nuevos materiales, quiero rescatar y nombrar el trabajo de Ángela Scavo, quien realizó estudios en el IUSEPAR, y muestra sus inquietudes en estos espacios con recortes encolados a la tela, idea re ̶ interpretada e incesante en su discurso, proclive a una atmósfera de feminidad: en su retórica el mensaje postula un acto liberador, pero necesita liberarse por completo de las cadenas de la retórica y de lo formal. Aunque es propiciatoria su búsqueda, su acto necesita legitimarse, porque sus gritos son acallados por la formalidad.
Arte moderno, estado de la necesidad de expresión “en el ahora”
De estar aquí vociferando desde la escritura y el teatro o instigando desde la plástica, los pormenores del devenir humano. Por ello Scavo, da cuenta de una parcialidad del decir, de un espacio de expresión donde abunda en el carácter simbólico de la familia. En este espacio simbólico ella juega con adulterar los códigos: pone en tela de juicio ciertas normas, donde el signo es alterado y es otra la visual que nos presenta en la relación Estado ̶ familia.
Dicha feminidad está en construcción, entonces es preciso abrir otras puertas que nos involucren desde la osadía o la reflexión a lo velado, a lo silenciado por el poder, al signo que oculta la conveniencia y el negociar ciertos intereses. Ese salto, es el que aguardamos en un nuevo intento de nuestra fémina pintora.
Por otro lado, y bajo distintas circunstancias, el discurso visual tejido por Arnaldo Morales es privativo a los campos de la psicodelia, a los registros inusitados del hongo y el peyote a los terrenos de la psicología.
Podría hablarse aquí del efecto psicotrónico dado al mágico lenguaje de las yerbas. Planos y transparencias abundan en las telas manchadas en acrílicos que ocupan amplias zonas cargadas de un lirismo descarnado, un colo-ritmo inusitado, desplegado por fronteras de color cuya movilidad es antojosa en el plano.
No sé, ni me atrevo a certificar si este joven artista pueda acceder al ojo de la clarividencia a través de los tres chakras principales, el frontal que establece vasos comunicantes con la glándula pituitaria; coronario en comunicación con la glándula pineal y Laríngeo quien se conecta con la glándula tiroidea. Tampoco percibí cambios en mi estado energético, ni pude hacer el uso del tercero ojo para ver mi aura. Empero bien sea bajo
estados de vigilia o el uso de alucinógenos, esta pintura subraya otra realidad, donde juega nuestro subconciente y en ese espacio lúdico provoca estarse y sentir el oleaje de colores de una buena vibra “más allá del bien y del mal”, abrirnos a las puertas de otros mundos, otros territorios espirituales.
José Miguel Guevara “Barrabás”
Sin cólera, ni plañideras aptitudes los trabajos de José Miguel Guevara, promueven un estado de discordia donde la razón provee un instante de introspección del hombre sobre el devenir, no sólo de las formas plásticas y su avance o retroceso en el proceso ulterior de lo gráfico ̶ pictórico en la humanidad, en su aventurado periplo, sino, que a su vez nos lega un color íntimo y desgarrador, un acento poético, un muestrario del ser en medio del universo.
Si algún movimiento pictórico alude el trabajo de Guevara, es al expresionismo alemán, de allí toma, “la transparencia psíquica “, a la cual hace alusión el Dr. Bernard Rau en el Prólogo a la exposición “La Gráfica del Expresionismo Alemán” que tuvo lugar en la sala de exposiciones de CANTV en colaboración con la Asociación Cultural Humboldt en Agosto/ Septiembre de 1982, aquí en Caracas.
“Transparencia psíquica…honesta fe en lo subconciente”, evocan los rostros y cabezas modelados desde el dibujo y luego trabajados por el color en la propuesta de Guevara.
Reconocemos, en estas pinturas, las formas denuncia heredadas de dibujantes de la valía de Honore Daumier; Inscritos estos signos en la claridad compositiva de un Durero o en los artilugios barrocos de un Rembrandt o la angustia traficada en el dolor en cada trazo plasmado por un Goya, para dar rienda suelta a la parodia desbordada de un George Grosz y finiquitar aludiendo los rostros y cabezas ungidos en el dibujo y la gráfica de Max Beckman.
Siento que hay en estas telas una psicología del color, un gusto por el drama, un significar en definitiva el mensaje; claro que pululan los antecedentes, sólo en nuestro devastado país político, podríamos nombrar un Regulo Pérez o un Jacobo Borges.
El trabajo de Guevara, posee raíces ontológicas, aquí la denuncia deja de ser confrontación de clases o señalamiento de las burguesías internacionales. Para abrir el paraguas de las especulaciones y observar con atención en medio de esta fauna de “revolucionarios” sospechosos del pecado de la gula o banqueros trasnochados de envidia. Pusilánimes burócratas crucificados en sus manes. Figuras distorsionadas de esta galería humana sin término, donde nos confundimos.
Poderosas máscaras trazadas por la pluma de un Kafka o los grises personajes descritos por los narradores venezolanos de la talla de un Salvador Garmendia o Julián Márquez. Palabras y pinceladas que alimentan la visión de Guevara y nos sugieren desde sus fueros una potencia y voluntad para traslucir y traducir en término de la sensibilidad según palabras de Bernard Rau “Este arte que otorga a los sentimientos una forma y a las formas un sentimiento.” Estamos ante un post ̶ expresionista con personalidad unívoca de furioso despliegue, que no amilana una línea o un rasgo de color a la hora de esgrimir en su propuesta, la falta virtudes del hombre actual, la mentira de quienes aúpan cambios y sueñan revoluciones. Señala a los prevaricadores desde la honestidad de su trazo y su color envolvente.
Roger Herrera Rivas
Poeta venezolano (Caracas, 1962). Es licenciado en teatro por el Instituto Universitario de Teatro. Ha publicado el estudio monográfico Apuntes sobre el teatro y su doble (2001) y los poemarios Fragmentos (1987), La crin de Dios (1996), Desadaptados (2000), Elegías de Wölfing y Los balandros son dioses (2005).
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