Por Félix Hernández
Ilustración de Roger Herrera. Collage, caña y música (2002). Óleo, acrílico y collage sobre papel adherido a madera, 48 x 60,5 cm.
Es un hecho significativo en el medio cultural venezolano el importante número de talentos jóvenes y emergentes representantes de las artes plásticas nacionales que desarrollan una encomiable labor en condiciones adversas, una evidencia pública y notoria en el gremio que se une a la escasa promoción, difusión e investigación para con el sector en las últimas décadas. Este aspecto impide entender el fenómeno de las artes plásticas actuales en su complejidad, lo que limita dar cuenta del estado de la historiografía artística contemporánea en el país, una deuda que aumenta cada vez más en el tiempo a partir de finales de los años noventa. Esta problemática quizás se deba a la desaceleración en la creación de espacios de exhibición y confrontación, a los complicados rituales de legitimación que implica entrar en los museos y galerías, a la disminución de la actividad curatorial e investigativa en el campo y a los costos de publicación que problematizan reportar el fenómeno.
En este sentido, podría hablarse, sin caer en exageraciones, de una “generación perdida” en el medio de las artes visuales que cubre de los años noventa hasta el momento, conglomerado creador que a pesar de los valores conquistados y su constancia en el trabajo artístico tan sólo han podido mostrar el fruto de su esfuerzo en “espacios alternativos” u otros circuitos de exhibición y/o promoción distintos a los institucionalizados (galerías, museos, salones, bienales y ferias), lo que pone en desventaja la visibilización de sus logros y su inscripción en esa historia otra del arte venezolano, al resultar huérfanos de estudios e investigaciones especializadas. Ante lo expresado, la obra de Roger Herrera, pese a su constante desarrollo, ha permanecido de alguna manera subterránea, como objeto de culto de colegas y algunos estudiosos del área con intereses alternativos. Por ello, Roger Herrera constituye parte de esa “generación perdida” a la espera de su inserción en esas otras lecturas del hecho artístico de los últimos tiempos en el país.
Poeta, ensayista, actor de cine, teatro y performancista, dramaturgo, director teatral, docente e investigador, Roger Herrera (1962) es también un talentoso artista plástico, egresado de la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas (1986-1994), ubicada en Caracas. A mediados de los años noventa el artista dio inicio a una indagación plástica que ha tomado como motivos recurrentes la relación texto escrito/imagen plástica, el impacto social de ciertos mitos de la cultura urbana, el cuestionamiento de algunos iconos de la civilización occidental bajo una óptica no exenta de ironía, sarcasmo y humor, además de reflejar en sus piezas esas otras inquietudes que se destacan en su actividad creadora como: la cultura y religiosidad popular, la música popular caribeña, la literatura, poesía, el cuestionamiento de la compleja relación del individuo con su medio ambiente social en la convulsa contemporaneidad y la impugnación política.
Estas indagaciones sostenidas en el tiempo, por más de veinte años, no solo dan cuenta de la solidez temática y estilística en la propuesta del artista, sino también de su experimentalismo entronizado en diversos procedimientos técnicos que caracterizan su labor (el gesto pictórico espontáneo en asociación con el arte objetual, la técnica mixta bajo el espíritu collage, la relación imagen plástica y texto escrito, el ensamblaje, la apropiación y la performance), aspectos que allanan el camino para el análisis e interpretación de su quehacer, lo que lo ubica como un creador inclinado por preocupaciones de corte antropológico, estudioso de la cultura moderna y actual, además de poseedor de un espíritu inclinado por la interdisciplinariedad estética.
Roger Herrera. Rituales y poéticas. De lo profano a lo sagrado
Roger Herrera reúne en su propuesta estilística preocupaciones representativas, simbólicas y sígnicas, como parte de narrativas expresadas bajo el carácter gráfico, textual y experimental que marca su proceso plástico, el cual está determinado por la gran carga gestual y matérica con que aborda en términos críticos la presencia humana y su situación en el medio social contemporáneo. Este proceso creador y la evolución de sus inquietudes formales, temáticas y conceptuales, se afilian al desarrollo de un imaginario de corte urbano en el que lo sagrado y lo profano fungen como motivos que se bifurcan y a la vez se complementan entre sí a lo largo de su trayectoria.
Entonces, el imaginario estético, artístico y social de Herrera se inscribe en un arte de signo contestatario, impugnador, irreverente y transgresor que recurre a la memoria colectiva y a procesos de identidad característicos de la urbe y la cultura popular para realizar una crítica al ser contemporáneo. En este sentido, sus procedimientos técnicos y principios estéticos pueden rastrearse en los grupos neo-vanguardistas Fluxus, Cobra, el Art Brut y el conceptualismo, especialmente inclinados en reflejar en su quehacer la realidad socio-cultural que los rodea, a la vez que impulsar la renovación constante de sus lenguajes artísticos. En sus trabajos se detecta del mismo modo la relación entre discurso plástico visual y texto escrito, aspecto que le facilita realizar un cuestionamiento y/o diálogo con ciertos mitos urbanos, sus rituales de representación y sus discursos de sentido, propiciando la visibilización de determinadas culturas alternativas o subculturas, como parte de su universo poético contemporáneo.
En este sentido, en la obra de Roger Herrera se aprecia un interés por lo relativo a la espiritualidad, en un contexto relacionado con la persistencia y vitalidad del universo mítico y de las diversas formas de religiosidad sincrética popular; esta complejidad se debe a las múltiples aristas del imaginario nacional y, en especial, a la conformación de una identidad en constante cambio y transformación. A raíz de lo expresado, el creador aprovecha discursivamente las ideas de mito, religiosidad, espiritualidad, ritualidad, la devoción y la fe, en complemento con las nociones de nacionalidad, idiosincrasia e identidad y sus consabidas modificaciones que experimenta en el tiempo, para realizar una crítica cultural a esta idiosincrasia nacional, uniendo por momentos el universo profano y el sagrado en procura de dar explicación y desarrollo a su visión de mundo.
Félix Hernández
(1960) Investigador especialista de la Galería de Arte Nacional. Licenciado en Artes, mención Artes Plásticas por la Universidad Central de Venezuela (1998); Maestría de Estudios del Discurso y tesista de la maestría en Artes Plásticas. Historia y Teoría, ambos en esa misma casa de estudios. Entre 1997 y 2000, fue coordinador de Investigación y Museografía para la Fundación Museo Armando Reverón. Actualmente, prepara el proyecto editorial: El Castillete de Armando Reverón. Un espacio memorable. Sus ensayos están representados en textos curatoriales, guías de estudio y artículos para revistas especializadas; además es conferencista y curador independiente.
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