Ensayo de Gabriel Jiménez Emán sobre el poema Peregrinación de León Bienvenido Weffer,  un poema de aliento metafísico donde habita una ...

La razón iluminada de León Bienvenido Weffer

Ensayo de Gabriel Jiménez Emán sobre el poema Peregrinación de León Bienvenido Weffer, un poema de aliento metafísico donde habita una mixtura de elementos filosóficos, teosóficos, herméticos, ocultistas.

Por Gabriel Jiménez Emán

Ilustraciones El Bosco

Peregrinación es un poema en cuatro partes diferenciadas escrito por el poeta falconiano León Bienvenido Weffer y publicado en 1905. Se trata de un poema metafísico de alto vuelo metafórico y simbólico, dividido en secciones a través de un diseño preconcebido para poner a dialogar cuatro ideas en un desarrollo de tercetas endecasílabas que suman casi 500 versos. Se trata de un proyecto poético muy ambicioso y bien planificado, en el cual el bardo intenta hacer dialogar, en primer lugar, lo que él denomina La Sacra Idea la cual tiene lugar en el Proemio con Dios, Luzbel y la Razón. Para acometer un proyecto de esta naturaleza, enfatizo, no sólo hay que poseer dotes poéticas, sino también iniciáticas.

Leon Bienvenido Weffer

En el Proemio realiza un recorrido un errar, un peregrinar por la naturaleza misma de esa Idea, teniendo que atravesar accesos de fiebre, neurosis cerebrales, espectros vagabundos, imprecaciones que lo conducen a esas visiones delirantes, fosas, tumbas, aullidos, cadáveres; en fin, un conjunto de imágenes donde se conjugan ideas morales y visiones fantasmales y monumentales, mezcladas a varias de las mentiras creadas por los hombres, valiéndose de la adulancia, los vicios, las menguadas virtudes acechadas por seres serviles, personas corruptas que irrumpen en el entramado social para obtener poder a toda costa, causando así daños morales y dolores físicos, sentimientos insanos, condiciones abyectas de vida. De tal modo, se prepara desafíante al viaje con el objeto de desenmascarar las mentiras y hacer visibles las falsedades: el instrumento utilizado no es otro que la Verdad Poética oculta en la Sacra Idea; aquella que va a redimir, valiéndose de los recursos de la Razón, las nuevas revelaciones humanas.

En la segunda parte, "Dios", el viaje hacia el encuentro con la entidad suprema se efectúa en un dantesco repertorio de imágenes y sensaciones: las convulsiones producidas por el vacío, la asechanza de la muerte, ataques epilépticos que vislumbran tinieblas, una "región negra y horrible" que debe ser superada con fiereza. Principia aquí un trayecto de verdadera iniciación (en su sentido de revelación) donde deben ser superados los tormentos; se abre un laberinto de fiebres y venenos, tumbas, tormentas: toda una alucinación que debe ser apreciada con detenimiento, pues se trata de un recorrido por el infierno, donde el poeta debe superar todo tipo de pantanos y abismos antes de ir a encontrarse con Dios, y al hacerlo aparecen los nuevos enigmas, los nuevos fantasmas de la eternidad desde donde se eleva otra filosofía, otros modos de acercarse a la verdad con la fuerza de las ideas, mientras poco a poco se va develando la propia naturaleza de Dios. Nos dice Weffer que "la augusta ciencia, la sublime loca \ quiere hablar con certeza, pero calla / porque su luz para alumbrarme es poca".

El poeta logra penetrar el cerco del aparecer implícito a toda revelación religiosa de religare con las deidades, para sentirse ante la presencia suprema, una presencia que nunca se revela del todo, pues entonces perdería su esencia de misterio y ya no sería Dios. Se inicia entonces un descenso natural ante la revelación. Dios vuelve a entrar en el enigma, pero el poeta ha cumplido con su primera misión.

En "Luzbel" el recorrido es aun más terrible, pues se trata de fuerzas oscuras, del sufrimiento en antros desconocidos, roncas carcajadas histéricas, o "los desiertos de sombra" como bien los llama el poeta, venciendo todo tipo de tentaciones en aquel sendero sombrío: debe entonces armarse de coraje para ir al encuentro del demonio incognoscible. Lo que le aguarda no es poca cosa: el furor, el vértigo, el vacío, las orgías, el asco, los murmullos atormentados. Y al hallarse en el centro del infierno e ir al encuentro de Satanás, éste le confiesa que no habita precisamente en un Báratro profundo localizado lejos, y le dice: "Te encuentras en el Báratro profundo, / pero yo, Satanás, en él no habito, / que es mi palacio el lodazal del mundo.",  llegando incluso a autoproclamarse "El otro Señor del Infinito".

El poema no desmaya ni un instante, pues su ritmo es muy seguro (el endecasílabo es la forma métrica musicalmente más hermosa, a mi entender personal) y las imágenes muy diáfanas y precisas. Las visiones infernales que logra esta vez Weffer con su dominio admirable del tema y de la forma son extraordinarias, dignas de una Divina Comedia en miniatura.

Estás mirando la mundial estancia
do pululan el vicio y la falsía
y domina el hedor a la fragancia;

donde reina la sucia hipocresía,
y el honor se confunde con la escoria
empujado por negra alevosía;
en donde la ruindad canta victoria,
los puñales sacrílegos se esgrimen
y sin humo los triunfos de la gloria.


Al final Satanás triunfa, dando sus viles razones: el Sultán invencible, la corriente destructiva del mal en todo su poderío".

En la parte cuarta "La Razón" advertimos ya la plena modernidad del poema en su sentido histórico: se trata de la pugna entre el Dios occidental y el Demonio que es la antítesis de ese Dios. Las ideas en este caso son los agentes vinculantes entre los mitos y arcanos de la antigüedad clásica y entre la espiritualidad pagana y la religiosidad cristiana, como elementos que van entretejidos en este combate, en medio de un enjambre de fuerzas que actúan para liberarse de las ataduras que cercenan el progreso humano; un progreso que por cierto no consiste en el progreso económico ni material, en el crecimiento empresarial o industrial, sino en el crecimiento moral y espiritual. Subrayamos aquí que esa ética y esa espiritualidad están sustentadas en los grandes mitos y en las verdades fácticas de la historia, guiadas por las ideas de justicia que puedan ponerse en práctica frente a los desmanes de los imperios destructivos, que exterminan toda posibilidad de avance humano; en estas direcciones se sustentaría el Humanismo en Europa durante el Renacimiento en pos de la construcción de un nuevo hombre, y luego, en la llamada Ilustración con las luces de la Razón; de ahí que la fe en la ciencia propiciada por el Positivismo sea también uno de los instrumentos para lograr la formación de ese posible hombre nuevo que aun no ha podido configurarse.

He ahí el núcleo, pues, de las luces de la Razón presentadas por León Bienvenido Weffer en la última parte de su poema: la luz, el sol que alumbra las cavernas de la ignorancia, develando toda su podredumbre, la Razón que constituye el tesoro de la vida."Diosa del humano entendimiento", le llama Weffer: "Y es ese bello sol que centellea / mi dulce adorador, el Pensamiento". Como numen, como llama, la idea va a derramar sobre el mundo sus fulgores." Con una serie de metáforas brillantes (que no se quedan, preciso es decirlo, en el simple efecto estético), Weffer hace sentir a la razón como una guía en los espacios infinitos, en los altares, en la hermosura de los paisajes o de las regiones, y como una triunfadora sobre las pasiones o una salvadora ante las tinieblas, al tiempo que se impone sobre los fanatismos. Pero sobre todo es fuente, flor, ave, destello; se confunde incluso con las hadas o el sol, "convidada a asistir a la santa eucaristía, o puede presentarse en forma de mujer rubia y de labios rojos, que se encargará de aniquilar a Luzbel:

Ese Luzbel de cara ennegrecida
existen en verdad? --Los he matado!
me contestó altanera y sonreida
con estas blancas y sedosas manos
alcé el puñal que les quitó la vida".

Extraordinario es, ciertamente, el remate de este gran poema, donde la Razón resulta victoriosa sobre una serie de mitos negativos que se han venido incubando en la modernidad desde su nacimiento, tanto en el terreno filosófico como en el científico o estético, cuyas ideas y conceptos han sido retomados por las diversas manifestaciones del pensamiento: cientistas, empiristas, místicos, positivistas, existencialistas, socialistas, capitalistas, marxistas, liberales, todos han echado mano de la razón, que en su definición prístina es un instrumento de saber y liberación, deformada luego por el neoliberalismo capitalista para dirigirla a lo puramente financiero y bélico. Pero la razón prístina siempre estará allí, semejante a la sacra idea, para refundar al hombre y quizás al mundo.

Dije al principio que Peregrinación es un poema de aliento metafísico donde habita una mixtura de elementos filosóficos, teosóficos, herméticos, ocultistas; en fin una pieza que requiere de elementos interpretativos complejos, pues está asumido desde una investigación hermenéutica seria, formulado como un proyecto filosófico-poético de alta envergadura. Estas observaciones que he hecho son sólo notas aproximativas de una primera lectura. Me atrevo a decir que es uno de los mejores poemas venezolanos de largo aliento que he leído. Al dedicar el poema a su amigo el poeta coriano Elias David Curiel, León Bienvenido Weffer realiza, en efecto, un homenaje de admiración, aprecio y confraternidad. Es que ambos poetas están apoyados sobre una firme base de clarividencia y lucidez, que les permite asomarse a preocupaciones fundamentales del ser humano en una dimensión tanto artística como filosófica.


Coro, septiembre 2020.




Gabriel  Jiménez Emán
(Caracas, 1950). Escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. En el terreno cuentístico es autor de varios libros entre los que destacan Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997),  La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009) y Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La parada literaria, Barquisimeto, 2011), Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Ediciones Rótulo, San Felipe, Estado Yaracuy, 212), Cuentos y microrrelatos (Monte Avila Editores Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, Caracas, 2013). Ha recibido entre otros el Premio Nacional de Cultura de Venezuela mención literatura (2019), la máxima distinción del país. 

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