Segunda parte: Formas y plataformas . Por Alborada Garrido Coccoluto.

Poesía Y y Z: Las nuevas generaciones y su relación con la palabra poética (II)

Segunda parte: Formas y plataformas. Por Alborada Garrido Coccoluto.


Por Alborada Garrido Coccoluto

Intervención plástica: Taniusha Kovalski, en Instagram: @ohkovalski

El papel es a la poesía lo que las jaulas a los pájaros Y y Z, una generación que clama y proclama la libertad como una necesidad y un derecho innegociable, y que no entiende de esperas o muros que las nuevas tecnologías no puedan quebrantar. La hoja en blanco no pueden competir con la pantalla, la nueva superficie que todo lo soporta, y entonces la palabra se vuelve río de múltiples cauces: imágenes, sonidos y movimientos, generados y compartidos a una velocidad que lxs poetas de generaciones anteriores jamás hubiesen imaginado.

La impresión en papel ya no es un factor exclusivo o limitante para acceder a casi ningún contenido, y en el caso de las propuestas poéticas de las últimas décadas es muy raro encontrar a unx escritx que no haga de las redes sociales digitales su medio de difusión e intercambio con lxs expectadorxs.  El poema se ha convertido en un lugar tan próximo e inmediato como un post, surgiendo categorías como “instapoet” para nombrar la producción de poesía destinada específicamente a su publicación en esta red social.

Sobre la variedad de plataformas digitales que actualmente son canal y contenedor de la palabra poética, la escritora María Alejandra Colmenares nos comenta: “Por estas vías se promueve, publica, edita, comparte; las revistas que antes salían impresas ahora se editan en portales, lo cual implica una edición distinta. La poesía está atravesada, como nunca, por otras disciplinas y formatos, como la fotografía, el video, el gif, los stories, los voicenotes, Google docs, Zoom y estas formas no son necesariamente un aporte conceptual o parte intrínseca de la obra, pero sí se han convertido en un vehículo expresivo importante”.

Dentro de las excepciones y particularidades creativas de cada cual, parece que los espacios digitales se alejan cada vez más de ser simples  plataformas de difusión, para convertirse en mecanismos de producción estéticas de la palabra poética. La plataforma incide directamente en la forma  y esto se vuelve evidente cuando encontramos poemas que se amoldan al modelo de rápida lectura de un meme, o cuando la poesía muta de la palabra a la expresión corporal, al movimiento, a la metáfora visual y sonora, para convertirse en algo más, un algo que sin duda modifica por completo la experiencia poética, pues en el momento en que ya no nos comunicamos únicamente a través de la palabra, entran en juego una multiplicidad de códigos que aportan nuevos valores discursivos de transmisión diversa.

Bolívar Pérez, poeta de la generación millennial cuyas búsquedas expresivas se nutren constantemente de la multidisciplinariedad, nos comparte su mirada: “Me parece que la forma en que se dice, está adquiriendo un peso tan contundente como lo que se dice; con maravilla observo cómo los poetas de mi generación y aún los más jóvenes, migran hacia formatos más atrevidos de expresión, quizás más complejos, donde tiene cabida la convergencia de distintas artes, llevando la palabra a un terreno más performático”. 

El performance como construcción de los personajes que somos en sociedad, o como alquimia a la que se somete nuestrx yo más internx para tener un lugar afuera, para mostrarse, parece un elemento esencial de los procesos identitarios e interpersonales de las nuevas generaciones, y las dinámicas de interacción que sostienen en los espacios digitales. Lxs millenials y centennials se performan, muy conscientemente del acto, para hacerse visibles y reconocidxs de una u otra forma por lxs otrxs. Las palabras no nos alcanzan, somos lo que vestimos, somos nuestros cuerpos desnudos, somos nuestros gestos, nuestros gustos, las imágenes y los sonidos de nuestra cotidianidad, y además, la importancia de que todos esos elementos que nos constituyen encuentren un lugar de exposición en la realidad virtual. Y así nuestra poesía.

Hasta ahora la tecnología se perfila como un canal expansivo para la palabra poética: amplía sus posibilidades de difusión y sus formas de decirse, pero del mismo modo podría convertirse en jaula, liviana, pero jaula al fin. ¿Cuánto de su tiempo dedicado a las redes sociales están dispuestxs lxs usuarixs a dedicar a contemplar una obra poética? ¿Es posible el ejercicio de la contemplación en medio del bombardeo incesante de contenidos?  

“Nuestra generación está tan acostumbrada a la lectura digital frente a una pantalla luminosa, a los dedos inquietos, a la urgencia por lo absurdo, que no podemos completar lecturas breves. Pasamos los ojos por el texto y solo captamos algunas palabras por las cuales se posó la mirada. Al menos ese es mi caso. Leo muchísima poesía en redes sociales y eso me maravilla, pero mi emoción suele ser efímera: al pasar la publicación, la pierdo en el mar del internet hasta que algún día -con suerte- la recuerde y busque consultarla nuevamente” nos dice María Colmenares. 

Por otro lado, para Bolívar Pérez, las redes sociales digitales, si bien se convierten en un terreno en el que se vuelve posible un borramiento de las barreras etarias y espaciales y se amplía la red de interlocución, esto tiene un costo que vale la pena mirar con atención: “…la inmediatez siempre pondrá en peligro a la poesía, por ello es indispensable crear nidos, espacios seguros para que este encuentro brinde un lugar para los movimientos sutiles, la adecuada focalización de la energía psíquica y emocional”.

Son delgadas las líneas entre lo inmediato y lo superfluo, entre scrollear y perder de vista lo importante: ese encuentro trascendental entre emisorx y receptorx, y ese espacio de sentir y reflexión que le sucede. Cuando te topas con poesía – en cualquiera de sus formas - en tu pantalla ¿Te detienes a contemplarla, te das la oportunidad de exhalarla momentos después del encuentro o sigues navegando de inmediato en las aguas infinitas de la internet? 

Buscaremos la manera de que el poema no se nos ahogue, lo que sí es cierto es que la poesía es un pájaro al que el papel le quedó corto.

“Ya Zurita escribió poemas en el cielo con la estela de condensación que dejan los aviones. Poesía puedes encontrarla en una conversación en el Metro, en un cartel de ferretería, en un graffiti, en la parada de autobuses. Puedes escribir en las notas del teléfono, en una nota de voz, en una foto instantánea…” María Colmenares.


¿Qué es mío después de todo? 

Desearía no tener nombre,
ser un ave que baña de canto anónimo riscos y valles,
o pesar 300 kg y acercarme lenta y sedienta, con tantas ganas
a sorber fresca agua marrón de un estanque,
o sentir cómo se escurren las gotas de lluvia sobre el pelaje de mi cara,
trepada a un árbol,
paciente sobre un árbol,
tan paciente con tanto frío,
sin más abrigo que mi piel.
Mía, mi cama es mía, mi carne es mía, mis dientes, mi saliva, mi madre, mi 
ropa mía, mi amante, mi memoria, mi dolor tan mío.
Ojalá fuera espuma, 
ojos de buey pastando, 
colina mojada, 
roca inmortal, 
abismo bañado de mar, 
gato hambriento, 
última estrella al alba, 
llanura dormida, 
sol de los venados.



Bolívar Pérez 
Psicóloga de profesión, escribe poesía desde la adolescencia como herramienta de autoexploración; la mayoría de sus escritos tienen origen en sus diarios. Participa de manera colectiva e individual en múltiples recitales de poesía, tanto en espacios institucionales como no convencionales. Actualmente explora el juego performático, el dibujo, además de formar parte de diversos proyectos poéticos que combinan disciplinas como la música y el performance con la palabra. 
Instagram: @holasoybolivar

Alborada Garrido Coccoluto
(Caracas, 1995). Escribo / Investigo / Documento.
Instagram: @albacocco / @proyecto_analepsis  


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