Por Israel Antonio Colina
Ilustración Marcela Cabrera, tomado de "El libro de los animales" (Aquiles Nazoa)
Sí, ellos aparecieron quejándose y con mucha razón invadieron calles y avenidas que se encuentran en las ciudades que pueblan al planeta tierra. Se les ha visto eufóricos, regocijados por el logro alcanzado. Cómo no entenderlos en su alegría, si ese era su territorio que le fue arrebatado y destruido por los humanos desde hace muchos siglos.
Ahí los vimos en su entrada triunfal lo que antes fueron sus bosque frondosos, hoy día los encontraron cubiertos de asfalto, cemento, cabillas y unos edificios inmensos que casi rosan el cielo y que pareciera ya le están acariciando las barbas al Santa Claus que creó el Capitalismo para hacer reír a los niños y hacerles creer cada año que ese adulto mayor vestido de rojo, de barba abundante y blanca es el que les trae cada 24 de diciembre el regalo de navidad y no sus padres.
Hemos visto a una indefensa vaca bajando por las escaleras de un edificio que minutos antes subió en su afán de ver tanta modernidad en esos espacios que antes ellos fueron sus únicos pisatarios. Parece que no le gustó mucho el apartamento que pensaba adquirir; dio media vuelta para seguir en la búsqueda de uno que sí reúna las condiciones de confort que ella desea. La vemos bajando con mucha dificultad, claro, por una simple razón, porque los mismos fueron hechos por y para individuos de dos patas; que pertenecen a ese reino, y ella tiene cuatro. Da cada paso en aquellos peldaños de la escalinata haciendo malabarismo para no caerse. Parece una quinceañera cuando se pone zapatillas por primera vez.
Mientras ella terminaba de bajar se estaba perdiendo el gran espectáculo que estaban dando sus compañeros de infortunio; como los monos, venados, jirafas, tigres, leones, dantas, cabras, cocodrilos, tortugas, zamuros y cuanto animalito se sumó a ese desfile hermoso que por esas majestuosas avenidas se ha estado presentando donde la naturaleza le ha enviado un mensaje a los humanos para que recapacitemos y entre todos salvemos al planeta.
De repente se escuchó una voz muy ronca que mandaba a parar la marcha y gritó ¡oído! ¡oído! No podía ser otro sino el Rey de la selva, sí, el mismísimo león con su lugarteniente el tigre que estaba a su derecha. Acto seguido dijo: –mucha atención a lo que voy a decir en nombre de todo el reino animal, incluyendo a los que se dicen humanos; este escrito lo preparé a raíz de que se presentó hace pocos días en nuestro planeta una desgracia calificada por los científicos como pandemia y que por lo letal que ha sido le han dado por llamarla Covid-19. Hemos salido de nuestras madrigueras y hábitats, o lo que queda de ellas, para preguntarle a los racionales que pertenecen a nuestro reino el por qué nos destruyeron este espacio donde todos podemos vivir sin hacernos daño uno al otro.–
–A los gobernantes que nunca se pusieron de acuerdo para salvar lo que quedaba de él –continuó– siempre ellos con sus peleas intestinas y sus ansias de poder, miren a lo que nos han llevado, a una destrucción total… A nosotros nos caricaturizan como si no existiéramos, han hecho un emporio cinematográfico donde solo aparecemos en comics, como es mi caso… últimamente han hecho una película titulada el Rey León y se han metido cualquier cantidad de dinero. ¡Aprovechen ahora que estamos todos aquí para que hagan una con nosotros que sí existimos en carne y hueso! –levantó su voz– porque a la inmensa mayoría los exterminaron.— terminó.
Acto seguido lo interrumpió el cocodrilo y le dijo: -Rey de la selva, no es que la destrucción solo la hicieron allá donde ustedes habitan, el desastre ha sido tal, que yo sin tener carro tengo que cargar encima un neumático porque allá en las profundidades de los mares y océanos hay tanta basura y plásticos que este aro que me acompaña me tropecé con él hace unos diez años e intenté hacer un número circense y me lancé creyendo pasarlo medio a medio, ¡pues vea lo que me pasó, se quedó “atorado” en mi cuerpo! lo que me dificulta para nadar.–
–Pero eso no es todo mi Rey, –prosiguió– sorpresa me llevé cuando entré a la ciudad para integrarme a la marcha y vi en un Kiosko donde venden periódicos, en uno de éstos, vi mi fotografía con caucho y todo y leí que están dando una alta suma de dinero para el que se atreva a quitarme esta llanta rin 15, de encima… de verdad le gradecería si alguien de los presentes tiene un cuchillo que se arrime y me lo quite, venga yo no lo voy atacar ya soy un indefenso cocodrilo.– Esta rueda de camión no me permite crecer; hasta vegetariano me he convertido para no engordar tanto—terminó.
El león al escuchar aquel relato desgarrador le ordenó al tigre a que lo ayudara y éste cuchillo en mano se lo quitó. Hasta hoy no se sabe si el tigre fue a cobrar el dinero ofrecido en los periódicos.
El zamuro que estaba muy atento a lo que escuchaba, en esta oportunidad no bailaba porque no estaba comiendo, levantó su ala izquierda, (parece que el negro es izquierdista), pidió un derecho de palabra y agregó: mi estimado león, allá en las alturas donde me desplazo al igual que un sinfín de aves de las más variadas y bellas especies también nos han invadido y dañado el ambiente. Sí, es verdad, soy carroñero y me como las inmundicias por muy pestilentes que éstas sean, a eso vine a este mundo, esa es mi función, pero hay unos olores que no soportamos y nos están matando; como los gases mortíferos que emanan de las chimeneas de muchas fábricas y refinerías de hidrocarburos.–
–Le cuento que hace poco, -continuó– un fin de semana, invité a mi consorte a que diéramos un paseo y nos eleváramos hasta el infinito; ¡sorpresa!, eso también está lleno de chatarra. En nuestro recorrido nos encontramos con unas piezas que parecen unos tambores inmensos, otros con unas aletas parecidos a unos molinos de viento. Después supe que los primeros son las piezas que van largando los cohetes que han enviado a la luna y los otros son satélites que cumplieron con su vida útil. ¡Hasta allá han contaminado los racionales!– sentenció.
Y hablando de la luna, –siguió– le cuento que esa pobre luna al único que ha tenido de enamorado toda su vida es a un toro que abandona por las noches la “maná”… lisiado por cierto que se escapó una tarde después de una corrida de uno de esos ruedos que inventó el humano donde se dan cita para vitorear y aplaudir al hombre que con su traje de luces masacra de una forma salvaje a este indefenso animal. ¿Y sabe una cosa? –le preguntó– ella no lo quiere –respondió sin esperar respuesta– ¿y qué lo va a querer? ¡Si le falta el rabo y las orejas! Porque que le fueron cortadas para en acto simbólico obsequiárselas a las autoridades presentes ¡eso es sadismo! –protestó–.
Y como si fuera poco el daño causado, –continuaba el zamuro– desde hace casi dos siglos apareció en nuestro espacio aéreo, un aparato de aluminio que llaman avión, ya son millones los que surcan el cielo de los cinco continentes; con sus motores y turbinas fumigan y han acabado con mucho de nosotros. Como usted bien sabe, en tierra no tenemos controladores aéreos que nos avisen si subimos o bajamos para evitar la colisión cuando éstos nos envisten. Éramos libres hasta que él apareció. En ocasiones sus turbinas han succionado a uno de nosotros y ese aparato pierde el control y se va en picada cayendo a tierra, muriendo todos sus ocupantes. Entonces las autoridades declaran que fue por culpa nuestra. ¡No, son ellos, los humanos! –sollozó– los que nos invadieron nuestras autopistas aéreas.
–También se inventaron unos aparatos larguruchos que parecen un tabaco e’brujo con mucha candela en el rabo; los llaman misiles, a éstos los envían en sus guerras fratricidas de continente a continente para acabar con naciones enteras… en muchas ocasiones en sus recorridos han impactado con aviones cargados de pasajeros civiles que nada tienen que ver con sus conductas guerreristas o caen en Colegios u Hospitales; ¿sabe qué alegan? ¡Que calcularon mal! Nadie asume su responsabilidad ¡Son unos cobardes! –terminó el zamuro–.
Acto seguido tomó la palabra la tortuga y sin brindarle una sonrisa a los presentes, expuso: –amigo león, como usted puede observar, en mi cabeza cargo una bolsa plástica; eso me pasó por andar de “lambucia” y no ver los peligros que corremos allá en las profundidades del lecho marino donde habito que los humanos nos lo han convertido en basurero. Vi que dentro de ella había comida; con mis patitas delanteras abrí su boca y pude saborear algo de lo que allí había; y digo algo, porque no pude consumirlo todo. Un tubo de regular tamaño cayó sobre mi caparazón, perdí el conocimiento y cuando volví en mí, observé que estaba atrapada dentro de ese plástico; como pude patalié un buen rato y no morí asfixiada como le ha sucedido a millones de mis compañeras navegantes, pero la bolsa se quedó incrustada y ahora la cargo de velo como si es que fuera para la misa de las seis. Desde entonces mi pobre cabecita no la puedo guardar y en ocasiones siento mucho dolor en ella y lo que más temo es que vaya a agarrar un refriado– dijo triste.
En un gesto de camaradería y solidaridad se le acercó el caimán que minutos antes había sido auxiliado por el tigre quien la ayudó aliviar su tragedia; y le quitó esa manta transparente de encima que por años cargó sin ser parte de su cuerpo. Con estas tres intervenciones animalescas y esas lecciones de convivencia que ellos han expresado y demostrado, el león continuó con su alocución y tomó muy en cuenta lo expresado por los prenombrados animales.
Agregando: –habiendo escuchado las quejas por demás conmovedoras del cocodrilo, el zamuro y la tortuga cada uno defendiendo su territorio y la mía en defensa de mi selva amada. Le pido encarecidamente a los humanos y en especial a quienes gobiernan cada nación, que con este “vainón” que nos ha echado el Covid-19; que de aquí en adelante sean más sensatos, que no contaminen tanto, que no quemen ni deforesten esos pulmones vegetales que todavía existen que son fuente de oxígeno para el planeta. Que aprendan la lección si es que no la aprendieron de lo que sucedió en 1918 cuando la gripe española arrasó con más de cincuenta millones de humanos y de nosotros también deben haber perecido muchos, pero no aparecemos reseñado en la historia. Los invito –continuó– a que regresemos a nuestros espacios naturales y que los humanos resuelvan su catástrofe. Muchas gracias, luchemos por un mundo mejor, ya basta de imperios, invasiones y guerras, ¡vivamos todos en paz!
Israel Antonio Colina(Punto Fijo, Estado Falcón. 7 de Noviembre del 1947) Fue fundador del conjunto de música criolla “Estrellas de Occidente” y del Grupo “Juventud cultural y artística de Caja de Agua”, en Punto Fijo. Durante su servicio militar formó parte junto al músico y cantante Frank Davalillo de un conjunto de música criolla. Siempre entregado a la vida cultural, en cada uno de sus pasos se ha vinculado a diversas organizaciones culturales. Hoy nos da la grata oportunidad de conocer memorias de la Península de Paraguaná a través de Golpe’ e Tapara.
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