Prólogo de Giordana García Sojo al libro de María Alejandra Rendón.

En defensa propia, nunca más en silencio, nunca más sola

Prólogo de Giordana García Sojo al libro de María Alejandra Rendón.

Por Giordana García Sojo

Fotografías del 2do Encuentro Internacional de Escritoras, 24 al 26 de marzo de 2022.

La voz de María Alejandra Rendón no viene sola, una bulla de mil mujeres la acompaña y la abruma. Su palabra logra ser imán que atrae tiempos distintos y los proyecta en un juego de superposiciones. Del pasado desgaja con paciencia las voces silenciadas y hechas susurros de abuelas que fueron niñas, madres, esposas pero, sobre todo, mujeres con una vida interior honda y profusa, un caudal de saberes y dolores que la palabra poética busca redimir. Y del futuro se trae a las niñas que salvan el cuerpo porque han aprendido a emular sin vergüenza el grito y afilan la piedra de habla que supieron heredar. Todo conjugado en el continuum del yo testimonial que escribe desde el presente absoluto del cuerpo. 

esta cara de hembra en celo
es mía
como todo lo demás
(Señora)

La poeta funda y desenfunda la palabra desde el cuerpo. Como diría Margarite Duras “se encarniza”, no concibe la palabra sin la fuerza salvaje del cuerpo. Allí no hay orfandad posible ni campo yermo, la fertilidad la circunda. Una mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes, la voz de Lydda Franco Farías es evocada sin subterfugios ni prepotencias, como una influencia que abraza y sostiene. 
En defensa propia traza un dibujo -más que una línea- que divide la tradición paterna de rasgos conservadores de la ascendencia sagaz de las madres y abuelas. Las últimas en la comprensión tierna de los extravíos de los primeros, pero sepultando bajo la piel quemada los golpes del exceso masculino: mi abuelo le hizo un vestido de golpes. Esa injusta condición impuesta por la tradición del recato, es expuesta y diseccionada por la palabra escalpelo de María Alejandra.
El cuerpo, la palabra y el combate son las tres instancias creadoras del poemario. El cuerpo ardido de años -acaso siglos- de aguante y supervivencia. La palabra descubierta como filo manejado por una mano hábil en tasajear carnes para alimentar. Y el combate como única posición posible y enseñada con cuidado para exigir la vida y proscribir el miedo. Así nos advierte la poeta desde el epígrafe refiriéndose a su postura amotinada siempre en la palabra.
Hay dos lecturas del poemario que se bifurcan como ramajes de un mismo tronco: la palabra denuncia y manifiesto, bien lograda en su potencialidad convocante; y la palabra que abreva de una tradición acrisolada de mujeres escritoras venezolanas cuya poética del cuerpo, la heredad de las voces familiares femeninas y la impugnación del machismo en todas sus vetas, se consolida como tópico y motivo literario pero también como estética y formas propias de decir.
Ganadora X Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca, 2019.

Yo me defiendo, yo acuso

La denuncia impregna el texto de comienzo a fin. Con el título En defensa propia se nos da un alegato de exculpación, se nos advierte de una acción que responde al ataque para sobrevivir. Pero va más allá, inferimos que desde la resistencia se dio un paso hacia el contraataque que produjo un “crimen”, un acto que aparentemente es juzgado y amerita defensa. La voz alega, muestra y reafirma la necesidad del contraataque. 
La estructura del libro se hila como un proceso de juzgamiento, marcado incluso por los subtítulos de cada parte: precedencias, acreencias, comparecencias y sentencias. Podríamos decir que el poemario reúne las partes de un juicio, pero expuesto siempre desde la mirada y, especialmente, desde el cuerpo y la palabra de quien es juzgado. En este caso de una, de ella, de la mujer que junta las voces de mujeres del pasado y del futuro en una silla raída de tribunal en decadencia.
La denuncia se arroja contra el patriarcado y el sistema de desigualdades que lo sostiene. Así, es un poemario consigna, manifiesto, expediente convocante que logra impugnar al agresor. No hay panfleto ni vacío, es una poética del desagravio y la acción. Por ello el manifiesto, porque además la voz poética se transfigura en polifonía y voz común, voz multitud que destornilla engranajes del sistema. No hay queja ni sumisión, el yo no se expresa como víctima, se erige atacante “en defensa propia”. Sus alegatos son claros e irrefutables.
La palabra logra revertir la condición de mujer juzgada para convertirse no en jueza y castigadora –lo que imitaría la razón patriarcal– sino en pulsión de transformación, en denuncia estructural de todo un sistema de desigualdades asentadas en la culpa, un sistema que se implanta en las casas, las camas, las instituciones y los sentidos “comunes”. 
La voz poética no titubea ante llamar por su nombre más cierto al crimen: del oprobio infligido en los cuerpos de las abuelas nos lleva al asesinato de Sheila Silva por su pareja. La sentencia final es contra el feminicidio y la violencia de género como relación de poder naturalizada, contra el silencio y la falsa indignación, contra la inacción y contra la impunidad. 

No juegues con fuego
puedes quemarte
se me dijo
No insistí

Desde entonces juego con palabras
todo lo que compruebo ser
es quemadura.
(Dictum)


La piel lacerada por los golpes es vengada a través de la palabra braza, esa pequeña quemadura infinita que invocara García Lorca. Palabra llamarada para enunciar el crimen velado, ocultado y enterrado en fosa sacra o común. 

Sepan bien a quien entierran
no toda boca que se cierra
hace silencio
no toda mutilación deja un pedazo
(…)
Me importa poco si es una fosa común
lo común         de hecho           es mi fuerte
(…)    
Sepan bien lo que hacen
en mis ojos hay un clan

todos los muertos son una nación.
(Advertencia)

Las muertas están cada día más indóciles y reclaman, se encarnizan en su descendencia y expulsan palabras desde las entrañas. Roque Dalton travestido y Federico García Lorca más marico que nunca –ambos asesinados por el patriarcado (de izquierda y derecha)- acompañan entonando un coro que denuncia y se defiende, sin burla, sin cinismo, con belleza sí, enarbolando una estética de la ternura y el cobijo, que sabe defenderse y asesinar si es preciso, pero que no perderá jamás la ternura como fuente de contención. ¿Si no de dónde ha surgido la increíble fortaleza de mujeres que en su aguante de siglos han sabido heredar y transmitir la voluntad de vida?
La palabra poética toma partido, milita y convoca. No dice lo “correcto”, no es canal para conseguir afectos y laudos, pero sí para avivar luchas colectivas y exigir derechos. Lo político inunda y permea cada verso, asiste desde su concepción a la pronunciación del debate y la contradicción. 
En defensa propia no deja espacio para el conformismo o el beneficio de la duda, se llena de conflicto porque está en el centro del conflicto. Si se es juzgada por nacer cuerpo de mujer, la impugnación es consustancial al deseo de ser y decir-se. De allí la tenacidad y el denuedo para tomar partido por luchas concretas desde la poesía, por no temerle a la bandera y el pañuelo. 

Las de pañuelo verde
alebrestadas 
sonrientes
las otras Evas
con ideas y el coño al descubierto 
las putas  de siempre 
alterando el más público de los órdenes. 
(Pañuelos)

Reclamo de linaje 

El poemario es recorrido por otras voces poéticas correspondientes, la mayoría, a una generación de poetas mujeres contemporáneas a la autora. Se conjura la maldición de la soledad y la orfandad que denunciara Lydda Franco en aquellos versos de Una y la figuración de la mujer malviviente, la sin linaje
El linaje es el arco con el que templa la flecha verbal María Alejandra Rendón. Linaje de abuelas y viejas palabreras, pero también linaje de hermanas, de pares en el oficio de la palabra como toma de posición e incidencia en la vida social. 
Abre con un epígrafe de la poeta Deisa Tremarías y continúa con citas y dedicatorias a las poetas Katherine Castrillo, Yanuva Léon, Aquarela Padilla, todas con obras publicada entre 2005 y 2019. Una generación cuya poesía manifiesta puntos de encuentro en la evocación a la palabra que las precede, tanto desde la línea familiar de abuelas anónimas, como de la tradición poética venezolana de mujeres escritoras, con hincapié especial en las singularidades de esa tradición cosida (criticada) con estilete masculino. 
La tradición de la poesía venezolana escrita por mujeres está impregnada de singularidades y encuentros. Además de la influencia de Lydda Franco Farías, en la poesía de María Alejandra se distingue el rol fundamental en el influjo inspirador y modélico de María Calcaño, poeta del desenfado y la imagen impúdica, adelantada a su tiempo y socavadora sensual de todo lugar común de lo “femenino”. 
La voz de Ana Enriqueta Terán también se yergue como una ascendencia sustantiva e imborrable. La capacidad de conjugar las tradiciones de la mejor poesía europea y criolla con la elocuencia de la voz mística y sencilla de las mujeres de la casa, es en Ana Enriqueta una pulsión verbal promisoria. Uno de sus últimos libros, Apuntes y congojas de una decadencia novelada en tres muertes -una novela que rezuma poesía-, teje un manto de voces superpuestas de mujeres poblando la casa de hablas. Tanto en la poesía de Ana Enriqueta como en la de María Alejandra Rendón es el habla y no la lengua la que le da casa al ser. 

Con ganas de nada rondo la casa
una casa me habita
ya no es tan sorpresiva ni amable
me ha sido cedido este terreno 
digamos que no tuve más ofertas
digamos que es la herencia de cien generaciones

que no es de ella
la culpa.
(Faena)


Por otro lado, la poesía de María Alejandra y de la generación con la que se hermana parece saltarse con hábil zancada la poética del desarraigo y de la derrota que calara en la poesía femenina de las décadas de los 70 y 80. No hay repliegue en la nostalgia de lo que fue, ni en otras tierras o paisajes. Sin embargo, hay puntos de encuentro en tópicos vivenciales como la casa y lo cotidiano. La poesía de Hanni Ossot y Miyó Vestrini aparecen desde esta evocación, comparten el tono confesional y la centralidad de la cotidianidad como cantera semántica y simbólica, aunque sin la perspectiva desarraigada y fatalista. 
De la poesía de la década de los 90 y parte de la de 2000 hay un nexo con cierta poética del cuerpo muy presente en la obra de María Auxiliadora Álvarez, Gabriela Kizer o Celsa Acosta. El cuerpo no se oculta, la palabra lo ilumina para mostrar sin remilgos cada várice o turgencia. De principio a fin, En defensa propia hace del cuerpo el lugar de enunciación por excelencia.

Ella
pecho de candelabro
ojos de fogón ardido
aceptó las fronteras de su cuerpo como mundo
(…)
Iluminan la casa con sonrisas vespertinas 
la sostienen sobre los nudillos
 sobre las varices 
cada vez más negras            abultadas
(Río)

En defensa propia (2020) es el cuarto poemario de María Alejandra Rendón. Luego de Sótanos (2006), Otros altares (2007) y Aunque no diga lo correcto (2017); En defensa propia viene a consolidar una apuesta poética frontal y sin titubeos. Logra hacerse un sitio propio en una tradición que en los últimos años ha iluminado la poesía nacional con voces honestas, desenfadadas, cuidadoras de la memoria y orfebres del futuro. Son voces preocupadas por el oficio de poeta, voces que se asumen responsables de un puesto de incidencia social desde la literatura. Voces que no temen el compromiso, al contrario, lo asumen desde la materialidad concreta de su tiempo y de su cuerpo.
Armada hasta los dientes, la poeta sale al ruedo sin dejar atrás la casa, se la trae a cuestas y la convierte en fundamento de su imaginario. La defensa y el ataque se transfiguran propósitos de vida, pero la voz no pierde jamás la ternura como causa primera. La palabra de María Alejandra se hunde en la piel para dejar respirar la herida, abraza los cuerpos de hijos y amantes, y enciende la luz de la memoria.

Mis cabellos 
son todos los cuentos antes de dormir
el beso en la frente
la última lámpara que tus manos apagan.
(Atrapasueños)



Giordana García Sojo (Caracas, Venezuela)
Editora, investigadora social y promotora cultural. Licenciada en Letras por la Universidad de Los Andes (ULA). Cursó la maestría en Antropología Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el diplomado en Gestión y Promoción de los Derechos Culturales por la misma casa de estudios. Entre 2013 y 2017 dirigió la Fundación Editorial El perro y la rana. Actualmente edita el espacio de difusión de poesía venezolana e iberoamericana #PoesíaEnCasa. Es parte del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag). Ha publicado ensayos y poemas en antologías, compilaciones y revistas de América Latina. Ha representado a Venezuela en las Ferias del Libro de Buenos Aires y de La Habana. Coguionista de los proyectos de video arte A.L.M.A. (Amaká, 2020) e Ínsula (en edición). Autora y co-compiladora de los libros Venezuela, vórtice de la guerra del silgo XXI (La Fogata, El Colectivo, 2020); y Poesía contra el bloqueo (2022). IG: @giordanags - @poesiaencasa21

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