Una mirada al creador literario y su oficio complejo, cambiante y fuerte, desde la mirada del escritor Gabriel Jiménez Emán
Por Gabriel Jiménez Emán
Joan Manuel García: Gabriel, nos conocemos desde hace tiempo, y has contado tantas cosas, tu vida ha ido y venido, has sido un creador abundante y generoso con la palabra. ¿Qué te llevó a ser escritor? ¿Cómo empezó todo?
Gabriel Jiménez Emán:: Bueno, creo que fue cuando comencé a merodear por la biblioteca de mi padre, a ver la cantidad de libros que él tenía ahí. También yo lo veía leyendo a él y se veía muy elegante, muy bonito, un hombre culto y callado que jamás decía una mala palabra, una grosería, también me gustaban las fotos de otros escritores que veía en los libros, me impresionaban sus gestos pensativos y profundos ....había una magia en todo eso...recuerdo un grueso volumen de Edgar Allan Poe que yo hojeaba y no entendía casi nada. También me impactaban los cuentos que echaba la gente del pueblo y los relatos de fantasmas por las noches en los portones de las casas, sentados afuera. Eso me maravillo.
JMG: Te hago estas preguntas porque tienes una larga y reconocida trayectoria, para empezar, ¿Qué hace falta para convertirse en escritor? Cuando eres joven y tienes menos certezas que sueños.
GJE: Creo que los sueños son más importantes que las certezas. Los sueños pueden guiarnos mejor pienso yo, porque los sueños en el fondo están hechos de certezas ...son más libres... Al fin nos damos cuenta que, sin la capacidad de soñar, habría valido poco tener algunas certezas...a medida que el ser humano se va construyendo, también hay un deterioro de algunas certidumbres que se pensaban fundamentales, la vida nos conduce por medio del azar hacia espacios insólitos, y desde esos espacios podemos recomenzarla, lo cual no quiere decir que no nos tracemos algunos objetivos y los logremos.
JMG: ¿Han servido estos sueños en la escritura? En el hecho de escribir ciencia ficción, en tu prosa y también en tu poesía. ¿Cómo ha intervenido en tu hacer los sueños que llevas contigo?
GJEYo diría que los sueños forman parte esencial de mi mente y de mi ser, tanto de mi constitución psíquica como de mi ser interno. Creo que los sueños son una segunda vida, cómo decía Gerard de Nerval. Cuando descubrí el surrealismo y los primeros poetas románticos ingleses, me quedé hechizado por una literatura basada en sueños: novelas, cuentos, poemas y hasta en los ensayos también podía estar presente este elemento, y esto me maravillo. Cuando llegue a la ciencia ficción el asunto se complejizo pero se hizo más apremiante, pues la ciencia ficción se convirtió en la literatura que cuestionó el papel de la técnica, de la ciencia mal entendida o mal manipulada. La literatura fantástica se convirtió en una literatura realista en el sentido crítico de esta palabra, incluso se habló de un hiperrealismo crítico que desmontar las ínfulas de la ciencia, sometiendolas al análisis del hombre frente al espacio y el tiempo, es decir, frente al futuro.
JMG: Por lo que entiendo, entonces esta mirada a la ficción fue una manera de establecer una mirada a la realidad, una realidad, que aparentemente siempre está en crisis. En uno de tus poemas dices "No basta un poema para esta noche/ es una brisa larga y un frío largo/ y una inmensa hora que desea extenderse/ sin ser percibida hasta el otro día", pensando en eso te pregunto ¿Cuál es el poder de la literatura frente a la realidad y su crisis?
GJE: La literatura es maravillosa porque permite ver realmente a la realidad como lo que es: fugaz y ambigua, cambiante. La realidad no se queda tranquila. Se mueve, permuta. Es inatrapable. La realidad no se deja atrapar ni siquiera por lo que denominamos realidad, pues se trata de un fenómeno múltiple, poliforme. La realidad está condicionada por el mundo, y este mundo a su vez nos condiciona. La palabra crisis expresa esto en parte, aunque no me guste mucho ese término, pues las crisis han sido establecidas como suertes de retos, que están ahí para que nunca sean resueltos, son ardides del Estado para que el sistema se alimente de ellas ideológicamente. La literatura no, la literatura se las juega con el mundo, se entrega al mundo y se confunde con él, asume su vitalidad. Le sale al paso al mundo para fundirse a él. En este sentido, no tiene la pretensión de ser mejor que él ni de sustituirlo, pero es quizá su mejor documento.
JMG: Y el escritor, ¿Cuál es su papel en esta realidad? Has convivido con muchos y admirables escritores, y has vivido de la escritura, cosa más bien rara en este país, en el que con frecuencia un escritor es título añadido, ¿Cómo abordar el oficio hoy?
GJE: En épocas pasadas los escritores tenían papeles más notables, más relevantes. Los escritores eran intérpretes de las realidades, las sociedades, las comunidades. También podían ser en cierto modo como las reservas morales de determinadas sociedades. Los humanistas, los maestros, los guías. Pero poco a poco el papel de los escritores fue declinando, se fue mimetizando con la sociedad de consumo, el éxito personal, la fama, el poder. Cosa que no cuestiono del todo, pero también se fue haciendo más débil, ideológicamente complaciente, digerible para las masas, para el entretenimiento. No sé si eso sea bueno o malo, pero un escritor consciente, crítico del mundo que le rodea, también es necesario, ¿no crees? Lo que si sé, es que la vocación de escritor es muy difícil de sostener en el tiempo, pues debes hacer demasiadas concesiones a los sistemas que te rodean, para poder sobrevivir. Yo no digo que la literatura deba ser lo esencial en una sociedad, no digo eso, algo del otro mundo, pero tampoco un adorno. Yo no he vivido solo de literatura, pero creo que sin ella tampoco hubiese podido vivir sin asfixiarme. Tampoco creo en la imagen del escritor víctima, del escritor mártir, eso tampoco, pero si del escritor digno si creo, que no vende sus ideas y su posición ante el mundo, pues eso forma parte de una ética personal. Se trata de un oficio un tanto extraño, lo admito, porque es un oficio invisible, el trabajo nuestro no se ve, no se palpa, tiene unos rasgos extraños que a veces nos sorprenden, incluso.
JMG: Sí, creo en lo que dices. Hoy cumples un papel más abarcante que el del escritor, pues editas las revistas Fábula e Imagen, tienes un trabajo de editor que también es evidente. Con el pasar de los años para muchos la era digital ha cambiado todo, en tu oficio como escritor y como editor ¿La digitalización ha modificado la relación de lo que se escribe con la sociedad? ¿Es posible cambiar y adaptarse de manera saludable a ello?
GJE: Hay quienes piensan que el hecho de escribir bien o de saber escribir se reduce a una habilidad como cualquier otra: cómo arreglar una máquina, o cualquier artefacto, saber cocinar o saber hacer un oficio manual, que equivale a casi lo mismo. Creo que no. Las palabras en su fragilidad pueden ser engañosas. Las palabras te permiten pensar, descifrar, comunicar mensajes profundos, te permiten interpretar procesos complejos, de todo tipo, no son una mera habilidad. Por eso se suele hablar de la verborrea, de las palabras insustanciales, que también las hay, palabras sin peso específico . A veces no manejamos al lenguaje sino, que el lenguaje nos domina o más bien se nos impone. Y esa es una diferencia importante entre lenguaje profundo, que es de la literatura, y el lenguaje puramente instrumental que es el de la información. La literatura es un arte, es una técnica sutil de hacer de las palabras algo más permanente, más trascendente.
En cuanto al oficio de editar, es también un oficio apasionante, sin el cual los escritores no pudiéramos llegar muy lejos, pues los editores nos permiten dar ese paso de llegar a grandes auditorios. Se arriesgan y obtienen sus ganancias. Hay muchos editores que lo han logrado con creces. En mi caso soy un simple amateur, lo hago por pura intuición y recursos limitados. Me gustan mucho las revistas culturales y literarias, estas son sencillamente las que permiten respirar a los libros y a la cultura en general. Me ha tocado en suerte trabajar en ese campo, que también es apasionante.
JMG: Ahora quería hacer una pregunta un poco fuera de lote, la antología que tengo te nombra como el "Bohemio místico", son muchas veces que te he visto cantar y profesar tu amor, por ejemplo, a The Beatles, ¿Es la música u otras formas de arte un elemento impulsor de tu obra?
GJE: Si. La música ha sido un elemento impulsor, cómo tú bien lo has dicho, porque ella es la que dona el ritmo a la poesía. Y también es quizá la reina de las artes, porque se comunica por el oído y llega al espíritu directamente. Es algo sencillamente mágico. En la antigüedad siempre fue un elemento inseparable de la poesía. También los trovadores medievales y en las cortes la música siempre tuvo un rol de importancia en el tenido social, cómo hoy día que la tradición de cantantes y trovadores y juglares que han sido muy importante en nuestros días, aunque no es mayoritaria. Pero es algo que siempre me motivo desde mi adolescencia: la música pop, el jazz, el bolero, el son, el vals criollo, la música popular y tradicional, los tambores y los bailes, todo ello me ha motivado más que la cultura de masas armada en la televisión y el mal cine. Tengo una voz de barítono que a veces me acompaño con el rasgueo de la guitarra cuando estoy entre amigos, y eso me libera mucho. Siempre lo he hecho y lo seguiré haciendo, aun cuando la voz no me salga muy bien. Mis amigos me animan diciéndome que lo hago bien para complacerme. También me sirve como terapia, cómo catarsis....es como si se pusieran en práctica con la bohemia los sutiles principios de la poesía, o algo así...porque tú sabes, la bohemia no es una simple pose de inadaptado, sino una ética para la vida, una filosofía vitalista. Para uno vivir una vida un poco más libre, más allá de las distintas formas de pacatería, las parrandas liberadoras te hacen reír, surge el humor, la risa, el chiste, la jocosidad que son liberadores.
JMG: Ya con esta cerramos, agradeciendo siempre tus palabras. Has tenido una vida llena de la palabra, para terminar quisiera que me dejaras una reflexión ¿Cómo mantener la tensión a lo largo de una vida dedicada a la escritura? ¿Cómo mantenerse en pie en esta carrera de largo aliento que es la vida?
GJE: Si, es una pregunta muy profunda y por lo tanto muy difícil de responder, porque no tenemos muchas veces unas respuestas conclusivas a una pregunta tan apremiante. Yo creo que la palabra aquí pudiera ser: convicción. El convencimiento de que las palabras pueden ayudarnos a vivir, que la escritura, cuando se hace con fe en el espíritu de la belleza y la amistad, nos puede llevar lejos en la alegría interior del espíritu, en el duro camino del existir, que existen jóvenes, niños que al hacerse mayores pueden construir un mundo mejor considerando nuestro humilde legado, el de los escritores y humanistas sembrados en la tierra de la poesía, que es nuestro norte. Porque el sosiego y la ternura deben tener cabida en ese nuevo amanecer, en esa lucha, pues la vida es también una lucha, un combate, más allá de tantos discursos vacíos de paz y esperanza, que se han vuelto utopías inmóviles, imposibles, estériles. La poesía, el arte de la literatura, siempre estará renaciendo en cualquier parte donde los seres humanos queramos reconocernos, en la naturaleza, en la contemplación de la belleza y en la lucha por la vida.
JMG: Muchas gracias, Gabriel, que maravilloso leerte siempre.
GJE: Gracias a ti, mi querido amigo Joan Manuel, te abrazo siempre.
Gabriel Jiménez Emán
(Caracas, 1950). Escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. En el terreno cuentístico es autor de varios libros entre los que destacan Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila Editores, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (Monte Ávila Editores, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005), Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009), Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La parada literaria, Barquisimeto, 2011), Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Ediciones Rótulo, San Felipe, Estado Yaracuy, 2012), Cuentos y microrrelatos (Monte Ávila Editores, Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, Caracas, 2013). Ha recibido entre otros el Premio Nacional de Cultura de Venezuela mención literatura (2019), la máxima distinción del país.
Joan Manuel García (Coro, 1990)
Tiene un libro que se llama "Si pretendes regresar", duerme del lado de la pared y hace bien los espaguetis.
Tiene un libro que se llama "Si pretendes regresar", duerme del lado de la pared y hace bien los espaguetis.
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