Cocina como saben, es una sección para la creación literaria y el trabajo de Eloísa es desde ya la creación poeta potente, cada poema emer...

Caballo final y otros poemas: Poesía selecta de Eloísa Soto

Cocina como saben, es una sección para la creación literaria y el trabajo de Eloísa es desde ya la creación poeta potente, cada poema emerge con intensidad y belleza.

Por Eloísa Soto 



Caballo final

I



Dos niñas cabalgan sobre Thalía.
Una levanta sus brazos para agitar las trinitarias que cuelgan de la alambrada
la otra contempla el camino de flores coloradas tras las huellas.
Escuchan risas lejanas.
Cabalgan en el asfalto a paso lento
nadie lleva las riendas.
Escuchan el crepitar del fuego
Se detienen en la cima y desde su lomo escalan al único árbol que creció.

Ascienden a las ramas del ébano
mientras Thalía se desboca hacia el incendio
porque todos los caballos decidieron morir esa tarde.

II


A veces brotan corceles entre las esquinas de esta ciudad
los he mirado desde el autobús o cuando atravieso las aceras.
Alerto a todos para que velemos por su nacimiento
 pero los habitantes parecen imperturbables
entonces las criaturas se disipan entre dolorosos relinchos metálicos.

Hay un charco de mugre iridiscente donde debería estar un caballo.
¿Cómo es que a nadie le importa?
Creen que puede redimirse bailando y besando bajo las luces rojas 
Cuando cae la noche

Thalía,
vuelve para descosernos
hasta encontrar algún pequeñísimo signo de pureza
y poder montar en tu lomo
y pasear entre la ciudad en llamas.

Thalía,
No seas dócil
que te lleva el fuego
que te arrollan las máquinas
que levantan otra torre sobre tu cuerpo inerte.
Todas las calles nos arrastran al ojo de la tormenta
navegamos en corrientes circulares
y hay quienes mueren por la repetición de este delirio.


III


Thalía,
yo te busco en todos lados.
Me adentro en la ciudad y bajo el manto terrestre consigo lo más oscuro:
aparatos de metal, charcos, gente que se compacta como un gran animal andante
y no miran nacer a los caballos, aunque broten sus ojos.

Hay un pasaje secreto
Thalía
Yo lo viajo y encuentro un lago.
Alguna vez me dijiste que la belleza debía resplandecer en verdores y este lago se pinta con verdes tristes, pero es bello también. Cielo de ébano, el bosque, la neblina, el lago subterráneo donde nadé y te vi nadar dejando estelas de flores coloradas con una niña de cabellos infinitamente largos sobre tu lomo, Thalía.
Al llegar a la orilla recostaste tu cabeza de hipocampo sobre mis piernas y mientras tejía tus crines, miramos llegar la lluvia que extinguió una ciudad entera.
El bosque y la niebla transfigurados en gotas.
El lago sereno.
Gotas de ceniza, de gente y de concreto.
Lluvia como grandes agujas atraídas hacia la luz. Puntos flotantes de agua en todas las direcciones, desbocadas, chocando entre sí.
Nosotras
entreveradas en tu pelaje marrón
nos hicimos tormenta.
¿Recuerdas, Thalía?
Alguna vez dije que nuestras almas serán caballos de agua.


Imagen primigenia

El primer rostro fue dorado
brotó de las entrañas de la tierra
vagó
incomprensible
por las llanuras
entre rebaños de seres enceguecidos.

Trepó la nuca de un animal dócil
y se asentó en su pelambre como un demonio.

El animal miró a través de unas cuencas que no eran suyas
miró a nadie mirar su facción ajena.

Miró al espejismo de un rostro sobre un rostro
tuvo tanto miedo que se aventó al vacío
con los ojos secos
el primer rostro brotó de las entrañas de la tierra.

Butō


Hay pistilos y perlas donde fingí verme las carnes de cisne
sobre linóleo y madera
hice sitio al ave que acabó volando hacia delirios verticales.

Adagio para cuerdas:
El cisne no es más que un templo.
Lo supe luego de ver cuerpos recostados en anchuras despellejadas
asiéndose a sus vértices imaginarios.
Lo supe sacrificando a las felinas habitantes de mi sexo
después de encadenar mis extremidades
al espejismo de la armonía.

Quedan los surcos de sus garras marcados sobre las caderas
como recordatorio del regreso cadencioso y mundano.

Ahora
pretendo al movimiento adueñarse de mi palabra.
Regresar el cisne a su esencia silvestre.
Desprenderme de la condición etérea y lineal
sabiéndome espiral
hija del infinito
materia dúctil
móvil
ave del sur
pez de agua cálida
caracola        caléndula
bosque de bambú        animal de bambú        rebaño de bambú.

Aérea abrazada a la tierra curva
de pies guijarros desvanecidos en horizontes acuáticos
plegada y ondulante
 con el beso innegable de un cisne en el andar.

Cuerpo que respira
palpita y galopa
ahora
la danza indómita.


La cría

Hay una Virgen dibujada en tierrablanca
no hallé su santa forma.
Las madres pidieron llegar a la próxima curva
iban descalzas.
Caminaron treinta y tres giros de monte.
Descansaron en la loma
para escuchar el aire
y la senda de las macaureles.

A lo lejos
un tifón de zamuros rasgando el cielo
sobre el cántico de los puercos inmolados.

Seguían caminando.
No te detengas
silva si te pierdes
dijeron.
Jamás aprendí
seguí sus huellas de orégano.

Las madres pisan como madres.

Caminamos seiscientos años atrás hasta las lajas rayadas
signos inteligibles
la piedra redonda al borde del abismo
y desde allí
el centro de la montaña
hambriento
respirando el fuego de las últimas culebras.

Esas mujeres
vuelven del incendio con las manos llenas de gladiolas.

Nunca tendré hijos
pero la sangre convoca
la montaña convoca
la madre convoca.








ELOÍSA SOTO (1998)
Nace en Caracas y reside en las zonas boscosas de Los Teques, lejos de los grandes conglomerados humanos. Desde muy joven se dedica al estudio del movimiento a través de la danza clásica, la danza contemporánea y distintas exploraciones de la expresión corporal. A los 16 años ganó el IV concurso de bloggers “Qué estás leyendo” promovido por la Organización de Estados Iberoamericanos.
Sus poemas han sido publicados en la revista Poesía (Nº 52, abril 2022), en el Dossier de Poesía Venezolana de la Revista Kametsa (2022), en el tercer volumen de Ant[rop]ología del fuego, Ediciones Palíndromus (2022) y en la Muestra poética venezolana, bajo la curaduría de Jhensy Lucena (2021). Formó parte de las antologías Habitantes de la calima - Sequía (Senzala, 2020) y Elogio a la brevedad (Túnel Diez, 2020).
El Fondo Editorial Fundarte publica su libro Caballo Final, (marzo 2022), como parte de la colección Yo misma fui mi ruta con el que participó en el 2º Encuentro Internacional de Escritoras, Caracas 2022. Obtiene una mención honorífica en el VI Concurso descubriendo poetas, realizado en Ciudad Guayana en abril de este año, por su trabajo Leve rostro, donde el jurado encontró “un imaginario silvestre… con la intención de la voz poética de reconocerse a sí misma y a su entorno”.


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