Poema por parte del premio nacional de Literatura Gabriel Jiménez Emán.

Balada del bohemio místico


Poema por parte del premio nacional de Literatura Gabriel Jiménez Emán.





Por Gabriel Jiménez Emán


Dando cabezazos en la sombra, 
Ebrio en la noche, mareado por las sombras
Diviso mi morada al final de la calle,
Me abro paso entre farolas mortecinas
Aceras y alcantarillas rotas.
Vengo de los bares, de los tugurios olvidados,
De las mesas solitarias donde siluetas de mujer
Atendieron mi sed, hombres fugaces compartieron mi trago
Y hablamos de lo absurdo de vivir, del pasajero
Sentimiento de vida que no acaba,
Que va y vuelve como una resaca,
Como una ola vuelta arena y arena vuelta sonido,
Vuelta eco que se desdibuja en la playa
Al contacto de los minúsculos e irrepetibles 
Granos de arena.
Allá está mi alero, allá mi morada
Donde arañas y moscas juguetonas
Me esperan para acompañar mis ojos,
Esa es mi única meta,  mi ruina y mi caverna indispensable,
Allí urdo mis artimañas para dar mis paseos
En las pesadillas de mañana.
Con las rodillas dobladas, veo con el rabillo del ojo el día sombrío,
Reposo en mi viejo almohadón roto que guarda mis sueños
Y desciendo a una fosa oscura con reyes y consejeros 
Les ayudo a llevar sus tesoros al patio trasero,
Allí juntos conversamos de nuestros temores del tiempo
Y nos arropamos con gemidos y suspiros ciegos.

Mientras llego a mi borrosa meta pasan por mi cabeza
Mis mujeres con sus cuerpos jóvenes y deliciosos
Y sus bellos rostros, ojos luminosos, labios carnosos
Y bocas de frutas con lenguas que se mueven como serpientes exquisitas,
Y piernas abiertas como gajos en las madrugadas temblorosas,
Que me hicieron creerme eterno.

Pero también hay un lamento familiar y un sueño donde niños 
Van a la escuela y se hacen adultos y buscan y sufren por vivir,
Sufren porque aman y descienden al depósito de su propia alma,
O se fugan en autos crepitantes
Por los desfiladeros de la noche.
Se oyen viejas canciones, boleros y baladas,
Tangos entonados por seres melancólicos
Que comparten sus tragos en mesas donde se derrama
El néctar de la existencia como un licor dulce y amargo,
Y corre por las venas como un poema dicho al filo de la mañana
Por una mujer de ojos esmeraldinos.

Con tales sustos de espíritu prosigo este recorrido
Como la primera vez,
Como si me hubiese bautizado una sombra
Recojo mi capa lúgubre y la echo sobre mi espalda
Y absorbo con mi boca un cigarro para calmar mi corazón helado.
Un ladrón en la esquina roba mi último billete
Y más adelante una mujer me ofrece su sexo por ese billete
Mientras en el parque veo caer el rocío de las ramas
Y el canto de un pequeño pájaro parece ser el mejor regalo
De la presencia de dios, 
el dios que llevo dentro y que se me rebela y revela
como un animal atolondrado que seca mis lágrimas en la mañana,
mitiga mi tos y me recomienda un camino para ir a ahogar mis culpas,
a anegarlas de confesiones al pie de un árbol
desde donde se ve una blanca nube en el  cielo.

Hundido en mi propio pecho, repitiendo padrenuestros
Bajaré al río de los remordimientos
Para ir a dejar mis ropas empapadas de sudor
Y poder descansar desnudo sobre el catre
Mientas dios lame mi cuerpo con su lengua bendita
Y me deja solo en medio de la luz.
He llevado toda la noche esta alma bohemia,
He libado dulces venenos y me he apoderado
Del pubis de una mujer que jugaba al billar y he dormido en sus tiernos senos
Luego he encendido mi curtida pipa de tabaco añejo
En la mesa de los truhanes
Para celebrar un día más entre los hombres.
La joven vertiginosa acaricia mi cabello con sus finos dedos
Y me dice “No sabes cómo te amo, mi bohemio místico”
Y yo le creo esa bella mentira
Antes de emprender el viaje hacia la realidad,
Hacia la alucinación cotidiana que devora mis días.
Mi destino está lleno de sorpresas imposibles,
De diálogos absurdos con dios, de juegos crueles con los hombres,
Escribo en mi cuaderno frases que sólo descifraré en el otro mundo.
Adiós mundo, adiós sueños, adiós alucinaciones.
Volveré por aquí algún día. 
Pronto podrán visitarme en la noche de las visiones.



Gabriel  Jiménez Emán
(Caracas, 1950). Escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. En el terreno cuentístico es autor de varios libros entre los que destacan Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila Editores, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (Monte Ávila Editores, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997),  La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005), Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009), Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La parada literaria, Barquisimeto, 2011), Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Ediciones Rótulo, San Felipe, Estado Yaracuy, 2012), Cuentos y microrrelatos (Monte Ávila Editores, Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, Caracas, 2013). Ha recibido entre otros el Premio Nacional de Cultura de Venezuela mención literatura (2019), la máxima distinción del país. 


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