Fotografía: Archivo Fotografía Urbana A 101 años del natalicio del poeta del resplandor, una breve selección de su obra.

Jardín: Juan Sánchez Peláez

Fotografía: Archivo Fotografía Urbana
Fotografía: Archivo Fotografía Urbana
A 101 años del natalicio del poeta del resplandor, una breve selección de su obra.

Fotografía: Ednodio Quintero


Yo no soy hombre ni mujer
yo sólo tengo resplandor propio
JSP


LVII 

A Malena

Yo no soy hombre ni mujer
yo sòlo tengo resplandor propio
cuando no pierdo el curso del rìo
cuando no pierdo su verdadero sol 
y puedo alejarme libre, girar, bogar,
navegar dentro de lo absoluto y el
mar blanco

entonces sí soy
el hombre rojo lleno de sangre 

y sí soy la mujer: una flor límpida, un lirio grande

y también soy el alma

y clarean los valles hondos 
en nuestro mudo abrazo eterno,
amor frío

-y qué más
qué más por ahora
piragua azul
piragüita.






















XVIII


Mi animal de costumbre me observa y me vigila.
Mueve su larga cola. Viene hasta mí
A una hora imprecisa.

Me devora todos los días, a cada segundo.

Cuando voy a la oficina, me pregunta:
“¿Por qué trabajas
Justamente
Aquí?”


Y yo le respondo, muy bajo, casi al oído:
Por nada, por nada.
Y como soy supersticioso, toco madera
De repente,
Para que desaparezca.

Estoy ilógicamente desamparado:
De las rodillas para arriba
A lo largo de esta primavera que se inicia
Mi animal de costumbre me roba el sol
Y la claridad fugaz de los transeuntes.

Yo nunca he sido fiel a la luna ni a la lluvia ni a los
 guijarros de la playa.

Mi animal de costumbre me toma por las muñecas, me 
seca las lágrimas.

A una hora imprecisa
Baja del cielo.

A una hora imprecisa
Sorbe el humo de mi pobre sopa.

A una hora imprecisa 
En que expío mi sed
Pasa con jarras de vino.

A una hora imprecisa
me matará, recogerá mis huesos
Y ya mis huesos metidos en un gran saco, hará de mí 
Un pequeño barco.
Una diminuta burbuja sobre la playa.

Entonces sí
Seré fiel
A la luna
A la lluvia
El sol
Y los guijarros de playa.

Entonces,
Persistirá un extraño rumor
En torno al árbol y a la víctima;
Persistirá…

Barriendo para siempre
Las rosas,
Las hojas dúctiles
Y el viento.









XII


Yo me identifico a menudo, con otra persona que no me
 revela su nombre ni sus facciones. Entre dicha persona 
y yo, ambos extrañamente rencorosos, reina la beatitud y
la crueldad. Nos amamos y nos degollamos. Somos 
dolientes y pequeños. En nuestros lechos hay una iguana,
una rosa mustia (para los días de lluvia) y gatos
sonámbulos que antaño pasaron sobre los tejados.

Nosotros, que no rebasamos las fronteras, nos quedamos
en el umbral, en nuestras alcobas, siempre esperando un 
tiempo mejor.

El ojo perspicaz descubre en este semejante mi propia
ignorancia, mi ausencia de rasgos frente a cualquier espejo.

Ahora camino, desnudo en el desierto. Camino en el
desierto con las manos.












XX


Por paradójico que así sea… (decía mi maestra)
Luego cabalgaría sin darse cuenta
A través de pupilas enigmáticas,

Uniendo las cifras del ábaco,
Las breves islas
Ilusorias de nuestro mundo.

Hoy puedo subir
Hacia la alta colina verde
Donde la cascada resplandece.

Sin embargo, no me considero feliz
No regresaré nunca hasta mi ábaco de madera.

Ya no tengo la inocencia de mis primeros años.

Una lámpara se tambalea en el tiempo.

El vagabundo también grita de un bosque a otro
Y conoce 
Más a fondo
El olvido.








V


Cuando subes a las alturas,
Te grito al oído:
Estamos mezclados al gran mal de la tierra.
Siempre me siento extraño.
Apenas
Sobrevivo 
Al pánico de las noches.

Loba dentro de mí, desconocida,
Somos huéspedes en la colina del ensueño.

El sitio amado por los pobres;

Ellos
Han descendido con la aparición 
Del sol,

Hasta humedecerme con muchas rosas,

Y yo he conquistado el ridículo
Con mi ternura, 
Escuchando al corazón.












PERSISTENCIA


A Ella, (y en realidad sin ningún límite).Con holgura y placer.
A Ella, la víbora y la abeja: La desnudez preciosa.
A Ella, mi transparencia, mi incoherente arrullo, el rumor que sube en las raíces de mi lengua.
A Ella, cuando regreso de las inmensas naves que hay en el cuerpo huraño con un sol inmóvil.
A Ella, mi ritual de beber en su seno porque quiero comenzar algo, en alguna dirección.
A Ella, que abre el sobre de mis amuletos.
A Ella, que en la balanza anónima de la memoria y en las horas finales prolonga mi presencia real y mi presencia ilusoria sobre la tierra.
A Ella, que con una frase insomne divaga en el umbral de mis lámparas.
A Ella, a causa de un vocablo que me falta y a la vez usufructo de un breve viaje que podría revelarme.
-Duerme, pero la obra humana es el instante; al dormir se cierra con furor la gran jaula.
-Despierta, pero esboza en las márgenes de tus cejas el oro próximo del sueño.
-Revuélcate en la parálisis fuera del yo de los ciegos viajeros.
¡Adónde mi ninguna faz con años!
A Ella, los abismos que hay de mi amor a mi muerte cuando caiga a plomo sobre la tierra y en un lugar de señales desaparezca el sitio de mi ánima sola.







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