
“Los arquetipos son imágenes que imaginan
y sueños que se sueñan.”
Emille ZollaPor Roger Herrera
Ilustración o Fotografías estilo SubencabezadoH4
Quien define el universo son nuestros sentidos. Vasto en ilusiones o proyecciones aludidas, el mismo se nos presenta de manera deformada, alterada, biselado en sus enigmas, escindido de múltiples y variadas formas, hasta revelarse y revelarnos
en el sueño o mejor decir, lo soñado. Todo alude a estos textos denominados Protofixiones, suerte de torre paradojal de la narratio en estado larval que consume y se consume en un estadio literario que hace ascuas su causa. Retroalimentando un efecto perverso que se devuelve a manera de boomerang y reinicia la insaciable gula de la letra, pervive en los desenlaces, todos desanudados por la saliva del aguzado literario que es Sísifo o Prometeo desencadenando sus apetencias, para reiterar hasta la voracidad el inicio del bolo-letra, bolo-palabra en la mente del escriba y en la conciencia transversal del lector.
Protofixiones de Juan Calzadilla, suerte de capullo ardiente de un hijo de la ley general de todas las leyes, de la más universal de todas. Engendro patafísico, protolenguaje recreado con los instrumentos de la “Ciencia de las soluciones imaginarias, a partir de la virtualidad”, bebedero donde ha calmado su sed este ballenero supremo e inefable.
Estas proto-expresiones provienen de un “Otro” mundo fundado en el desperdicio raudo de los días, en la observación excesiva de ese otro ojo, ¿quizás el envés de la luna? Préstese la mirada para brindarnos sus misterios, parte aguzada del negado y perturbado mundo humano.
Somos el universo y por ende somos su otra faz; su “doble” en el sentido artaudiano del Ser y su preocupación por el despertar a chorros de una nueva palabra, la misma nacida del magma y que accede al uso de nuevos mecanismos para la imaginación.
Devienen estos paratextos del territorio del absurdo; partículas iniciales de un lenguaje “Otro”, estos cuásar o quanta, hijos de la indeterminación y la relatividad: dados al fragmento y lo inaudito. A colación, proponemos un ejemplo de este protolenguaje protoficcional, cuyo título es “Tocar madera”:
Tocar madera debajo de la mesa y tus dedos, sin quererlo rozan una pelambre fina.—Debe ser la piel del diablo —dices. Para comprobarlo bajas la cabeza para mirar el reverso de la tabla y palpas el sitio donde tus dedos acaban de posar su grima:—Sí, es el demonio —y acaricias su lomo terso.
Tratar la realidad como una ligera perturbación y acceder a otros mundos, sobrentendiendo que están en éste y que la “realidad”, es apenas el compendio de efectos ópticos, de ondas mudas y olas y remolinos que habitan el espacio casi imperceptiblemente, nos dan a saber, partículas dispersas que conviven en estas y otras esferas y, que, para apropiarnos de ellas desde el subconsciente, así sea de manera efímera y traerlas a nuestro lado, necesitamos de la vigilia. Dicha vigilia no es más que poder vivir entre el sueño y la realidad, para así edificar, nuestro estado surreal.
Estados estos que son antecedidos por muchos factores, fuentes y búsquedas. Ejemplo de ello: la magia insospechada del shamán, la catalepsia celebrada a través de la escafandra, la telepatía inaugural de un loto abriendo sus párpados como páginas, la clarividencia del soñante que al cerrar la puerta de la causa, perenniza los instantes en el sentido contrario de la eternidad, la alquimia profunda de las palabras sin dar lugar al acontecimiento, semas sin puerto, y el juego de la locura o los juegos infantiles en su terror ingente. Ya registrar esos estados alucinantes, en el perímetro de la conciencia humana significó una aventura del espíritu y la entrada a otras esferas significativas de la creación del hombre.
Se sabe que los Upanishads con toda su sabiduría proverbial, y especialmente Sankarâchârya (788 a 820 después de J.C.), tuvieron acceso a este legado cultural.
Todo el conocimiento secular que reside en las culturas iniciáticas y esotéricas, tomaron
de esa fuente. De igual modo estos aprendizajes, perviven en el legado de las escrituras o culturas románicas o en sus herederos del movimiento romántico y sus seguidores en la época moderna.
Esta escritura insospechada de Juan Calzadilla le pervive en el infinito Sisífico como suerte de paradoja. Auscultada tras los espejos del conocimiento, nos monta las más diversas celadas, uno que otro aparato que logra erradicar la razón, cada vez que se dispara ese lenguaje encarcelado en la mente y la lengua y que sale al papel a gritar libertad.
Dado a los espacios es de suyo advertir que esta escritura evade los silogismos. Desde su postura carnavalesca, asume el antifaz, desnudando su cuerpo, pero no su alma ante el bisturí de la razón. Su faz, es decir su alma propende al simulacro y avanza en la progresión de la escritura como una especie de tijera que poda todo aquello que atente
contra su inmanente, infalible, inefable y sortilégica suerte.
Lectura esta que propone un anverso y un reverso, su reverso es la lengua y el anverso el pensamiento, categorías artaudianas que vienen a cristalizar en ellas, no el fonocentrismo de la lengua si no “la recuperación de la realidad” a través de todos los medios posibles, dados al escritor y aprovecharnos de la significativa oquedad que nos donó Maurice Blanchot en su obra El libro que vendrá, para rehacer el libro, reinventarlo todo, siempre que sea pertinente la magia y la inmanencia del decir.
Es este un material hecho a partir de espaciamientos lingüísticos y dilatadas territorialidades del segmento-palabra, que rinden una economía vital al lenguaje, no formal si no esotérico y del surrealismo.
Para Calzadilla el espacio es como el reverso de la lengua. Ya que es a partir de Antonin Artaud quien admite la posibilidad del espacio y el infinito. Y, quien propone además revelarse desde el origen de la lengua y sus perturbaciones, desde la enfermedad misma del lenguaje apropiándose de lo secular que hay en ella y admitiendo transmutar en oro la lengua materna, asumiéndolo ya como una totalidad de vida y obra desde el útero.

Para Antonin Artaud, el pensamiento estaba en la lengua y desde allí nos logra decir.
“Lugar, región, ámbito de la lengua.Espacio.…entonces se comprenderá la geometría sin espacios, y se sabrá lo que es laconfiguración de la mente…” (Artaud, 1983; p.81).
“El cerebro es un reflejo del universo” en la teoría de las coincidencias significativas de C. Jung. He aquí las causales de estos protorelatos; significativos laboratorios microscópicos de quien accede al oculto conocimiento y se lanza al vacío, a la conquista de la “realidad” perdida en los tiempos. Y descubre y se redescubre en esta frase de Novalis: “Llegará el día en que el hombre no cesará de estar despierto y dormido a la vez”. A colación colaboran estas palabras de G. de Nerval, tratando de unir los antípodas. Cuando declara que va “a encontrar la juntura del cielo y el infierno” y, aclaró: “Resolví fijar el sueño y conocer su secreto…”, más adelante Rimbaud se hace vidente, condición singular en Les Illuminations así como en la Descente aux enfers, rezagos estos aunados al juego visto explícitamente por Baudelaire: “La vida sólo tiene un encanto, es el encanto del juego”.
Todos estos descubrimientos nos remiten a los pininos del Dada y el Surrealismo; corroborémoslo en el siguiente texto Lección de patafísica, “… se confirma que la puntería del azar es una ley que se cumple de todos modos.” Resonancias de Juan Calzadilla donde inferimos que aleatoria es toda sujeción al juego, insospechado su fin, ya que inicio y fin propician la paradoja y, a su vez un nuevo despertar. Como si en el relato no habitara un único fin, si no todos los fines posibles de todas las suertes y todos los resurgimientos conocidos y desconocidos hasta ahora. Ya, para terminar con el principio indeterminado: El fin no es el fin.
De igual suerte aparecen estos textos por la presencia perseverante, quizás obsesiva de la anulación del “Otro” a partir del “yo”, como muestra, permítame el señor lector referirme al microrelato El hecho y su espera, donde se trocan las evidencias y en un mar de contradicciones entre la acción y el hecho sólo nos queda vivenciar la anulación.
Anulación que se detiene y posterga en un oleaje vigoroso del hecho que no llega a fraguarse.
Una muestra de lo insólito, son los materiales Diálogo y El perseguidor, inauditos, inesperados. Así como inesperada es la poética del escritor Juan Calzadilla, resumida
En los temas La muerte del narrador y La realidad. La autodevoración practicada por Calzadilla nos lleva de la mano a las nociones artaudianas sobre el verbo y la palabra. “Hay en las formas del verbo humano no sé qué… autodevoramiento de rapaz en el curso del cual el poeta, a fuerza de concentrarse en el objeto, termina siendo devorado por éste.” (Artaud, 1971; p.10).
Características que es propicio dar a entender a los lectores, serían las categorías de una lectura surreal aproximada a la teoría artaudiana, a saber.
El gesto como energía contenida en el papel; forma de decir subterránea que cavila entre la acción y la emoción, hace del hecho literario, una pulsación, una detención de la imagen alimentada por la viscosa sangre del humor negro y procaz; el inevitable magma, quemando nuestras retinas. Sirva de ejemplo esta protofixión denominada Ambrosio Plaza.
“Se lleva la mano al pecho en el mismo instante en que recibe la bala, como sí, cómplice de ésta, se propusiera simultáneamente tapar con ella la herida. Gesto autónomo y en sí mismo gratuito, pero importante para la composición del cuadro, pues con él ha identificado el pintor la causa de la muerte. Y, además, el gesto conmueve, de paso, vuelve al guerrero inmortal (pero, ay, sólo en el cuadro).Humor demoledor y corrosivo de este libro real o irreal; surrealidad unívoca, que ahora pasará a definirnos el maestro Artaud “… para mí el surrealismo siempre ha sido una insidiosa extensión de lo invisible, el inconsciente al alcance de la mano. Los tesoros del inconsciente invisible de la lengua-invisible vueltos palpables, conduciendo directamente la lengua, en un solo chorro.” (Artaud, 1983; p.68).
“La ambición fundamental del surrealismo es abolir toda distinción formal entre el sueño y la realidad, entre la subjetividad y la objetividad a fin de que, la distinción (?)de estas viejas 'antinomias', surja a plena luz el futuro estado de cosas por el que luchan todos los revolucionarios”. (Bretón;1935. p.139).
“Sí, he aquí, pues, el único uso de que ahora en adelante se le puede dar al lenguaje, un medio de locura... y no un DICCIONARIO por el que ciertos pedantes de los alrededores del Sena canalicen encogimientos espirituales”. (Artaud, 1983; p.82).
Y, es desde estas regiones de lo invisible, lo soñante-soñado, donde deambulan estos textos efímeros, cual relámpagos aparecen y desnudan personajes que quedan “suspendidos” en el acontecer. Letra y lectura aparte, que sólo ocurre dentro del “sujeto-narrador”. Dando pie a la acción de ocurrir, pervivir en lo ocurrido. Perennes sujeto y narrador lograron abolir el efecto como causa en un espacio y lugar. Donde no hubo ni habrá desenlace o suerte de anillo o vórtice donde el espacio del sujeto y el narrador dan pie a la fantasmagoría de una serie de puertas como de espejos cóncavos y convexos que aluden respuestas únicas e inusitada cada vez que al “lector hembra” se le ocurra comer del texto o releerlo muy, muy por debajo de la “realidad”.
Citas Bibliográficas
Calzadilla, Juan. Protofixiones. Ediciones, El mar arado. Caracas, p.60.
Artaud, Antonin. Cartas a la vidente, Tusquets Editores Barcelona, p.81.
Artaud, Antonin. "Rebelión contra la poesía", publicado en Ediciones La Pata de Palo.
Fascículo 4. Valera, p.10.
Artaud, Antonin. Cartas a la vidente, Tusquets Editores. Barcelona, p.68.
Larrea, Juan. "El surrealismo entre viejo y nuevo mundo", citado en Apogeo del mito, editorial Nueva Imagen. México, p.129.
Artaud, Antonin. Cartas a la vidente, Tusquets Editores. Barcelona, p.82.
Bibliografía Consultada
Calzadilla, Juan. Protofixiones. Editorial El mar arado, Caracas, 2005.
Artaud, Antonin. Cartas a la vidente. Tusquets Editores, Barcelona. Cuarta edición, 1983.
Artaud, Antonin. "Rebelión contra la poesía", publicado en Editorial Pata de Palo, Fascículo 4, Mayo. Valera, 1971.
Artaud, Antonin. Cartas a la vidente. Tusquets Editores, Barcelona, cuarta edición, 1983.
Larrea, Juan. Apogeo del mito. Colección Cuadernos Americanos (4). Editorial Nueva Imagen. México, 1983.
Bergier, Jacques. El yoga y la física, la materia y el espíritu. Editorial Sudamericana, Rev, Planeta. Buenos Aires, 1966.

Roger Herrera Rivas
Poeta venezolano (Caracas, 1962). Es licenciado en teatro por el Instituto Universitario de Teatro. Ha publicado el estudio monográfico Apuntes sobre el teatro y su doble (2001) y los poemarios Fragmentos (1987), La crin de Dios (1996), Desadaptados (2000), Elegías de Wölfing y Los balandros son dioses (2005). Contacto: 0426-5169205 - rhnavaja@gmail.com
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